“YA ME PARECÍA A MÍ QUE ERAS DEMASIADO HUMANA, PARA SER HUMANA”

La Teniente Ripley a Annalee Call cuando descubrió que era un robot (Alien Resurection)


jueves, 8 de agosto de 2019

DESINTOXICACIÓN DE ADICCIONES.



Hace un par de meses viendo un capítulo de la serie Black Mirror, un tipo que se declaraba “adicto a las redes sociales” decía: Lo primero que hago al levantarme es entrar en la red; y también es lo último que hago antes de ir a dormir. 

Me di cuenta entonces, de que ese era mi caso, y decidí dejar de lado esa adicción. 


Quizás no debería dejar de hacer notar aquí que, si bien un guión televisivo ayudó a abrirme los ojos, este no fue más que un catalizador de las advertencias que diversos familiares muy allegados me iban haciendo y a los que no hacía mucho caso. Y también es una suerte haber podido tenerlos a mi lado cuando el síndrome de abstinencia me atacaba, porque lo creáis o no, cuando decides salirte de esto ese síndrome se hace patéticamente presente.







Como decía Wyatt Earp a sus hijos en una gran película de los años 90, “al final lo único que os queda y con lo que podéis contar es la familia”









Desde ese momento dejé de pasearme por Facebook, subir fotos a Instagram, e incluso, dejar de participar en grupos de whatsapp.



 Y es que para los que somos de naturaleza (o formación) adictivos, las redes sociales son una llamada a la desmesura. 

Cuando fui fumador llevaba esa práctica hasta el desquiciamiento. No fumaba más porque no había más tiempo en el día.

En nuestra época hippy tuvimos una gran suerte, y no caímos en el consumo de estupefacientes a pesar de que el LSD y la marihuana eran consustanciales con el pensamiento de la época. Muchas veces hemos comentado a nivel familiar que si hubiésemos entrado en ese mundo habríamos sido unos consumidores tan desmesurados que quizás no estaríamos aquí ahora para contarlo. 

Nuestro grupo de amigos con los que compartíamos vida y pensamiento anduvimos buceando por filosofías que condenaban el consumo de estupefacientes como dañinos y contrarios a nuestro voluntarioso espíritu de trascendencia de la condición humana, al que nos empeñábamos por aquellos tiempos 

Desde el mundo de lo arcano, hasta las filosofías orientales que impregnaron esos preciosos años de nuestras vidas nos ofrecieron argumentos y fuerza para resistir la tentación de echarnos al cuerpo un canuto o un poco de ácido lisérgico. Y ahora después de tantos años sigo sin saber lo que es un trippy. 

Pero aparecen en tu vida las llamadas redes sociales que yo llamaría redes pescadoras y anuladoras de personalidades y tu naturaleza adictiva te hace caer preso de patas en ellas. 

Te justificas diciendo que has hecho nuevos amigos, que has recuperado amigos de la infancia, que tienes una red de amigos con los que compartes, pensamientos y aficiones, y tal y tal y tal. 

Pero también coliges que eres testigo, cuando no partícipe, de una siembra de odio y mala baba hacia aquello que no forma parte del universo de tus preferencias; que te rodea y que, si no eres fuerte puede llegar a capturarte. 

Y por no hablar aquí de los excesos y mala educación de fanáticos de ideologías sean políticas, religiosas o de cualquier otro tipo, que se expresan con vómitos de bilis verbal y horrendas faltas de ortografía que hacen daño a la sensibilidad de los que en algún momento de nuestras vidas nos hemos preocupado por mejorar los usos de nuestro idioma.

De la misma manera que he hecho nuevos amigos también he de decir que he roto con antiguos amigos, porque he visto por aquí algunos de sus valores que me han generado un rechazo no solo visceral, sino también intelectual y afectivo; y a los que no he querido seguir manteniendo con esa consideración de amistad.

Y es que la red social en sí misma tiene valores positivos y negativos y todo depende del criterio con que la utilices. 

Hace tiempo (como cuatro o cinco años) leí una novela del género negro, en la que el asesino era un fetichista que mataba mujeres que vestían una marca concreta de zapatos, que no menciono aquí, por razones obvias. En aquellos tiempos twitter empezaba a ser la red más adictiva de todas (no sé si aún lo sigue siendo). 
Pues bien, el asesino en cuestión seguía a sus víctimas a través de twitter donde la elegida en cuestión iba contando su vida minuto a minuto diciendo lo que hacía, con quien estaba y donde. 
Le resultaba facilísimo atacarlas en el mejor momento para la fechoría.




Vivo en una zona que las aseguradoras tienen calificada como de alto riesgo de asalto a las viviendas. 

Es un regalo a los amigos de lo ajeno que vayas contando en cualquiera de las redes, cuando no en todas, que día te vas de vacaciones y si estás en casa o fuera. 

Y te dices a ti mismo: Ja! Este no es mi caso. 
Pero cuando revisas unos cuantos meses de tu actividad en las redes, te das cuenta de que ingenuamente, y por compartir tu vida con los amigos, has ido contando mucho más de lo conveniente. 

Y te preguntas ¿Por qué carajo lo hago? ¿Por qué quiero compartir si estoy sentado en el inodoro o lo estoy haciendo en Bali? ¿De verdad tus amigos tienen interés en saber que haces en cada momento?

¿No será que lo que estás haciendo es el pavo real, presumiendo de estar aquí y allá y de ser el más listo de todos, el que más viaja, el que más come con amigos, el más simpático y dicharachero, el que más….todo?

Eso se define con una palabra: Vanidad. 

Siempre he dicho que el mundo se mueve en base a tres motores: 
la vanidad, la codicia y el sexo. 

Hay quien me dijo: y… ¿dónde dejas el poder? 

Piénsalo un momento. ¿Qué es el poder?

Un escaparate de la vanidad, una forma de conseguir colmar tu codicia y un imán para atraer a otras personas y tener sexo con ellas. ¿O no?

Dicho todo esto, no voy a demonizar ninguno de estos instrumentos de relación social, ni por supuesto, voy a tratar de convenceros de que salgáis de las redes por piernas, pero sí que yo pienso navegar por ellos con cautela y a dosis controlables. 

Que tengáis muy buen verano.

Bellaterra, 8 de agosto de 2019. 

3 comentarios:

  1. Me estoy volviendo viejo. Cada vez comparto más cosas contigo;)

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  2. No me parecería demasiado mal saber quien eres. Eseo de que te sientas viejo porque compartes cada vez mas cosas conmigo, supongo que no me lo dices como un cumplido.

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  3. Gracias Jesús por compartir tus pensamientos. Comparto que el uso excesivo y dependiente no es bueno.

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