“YA ME PARECÍA A MÍ QUE ERAS DEMASIADO HUMANA, PARA SER HUMANA”

La Teniente Ripley a Annalee Call cuando descubrió que era un robot (Alien Resurection)


lunes, 18 de diciembre de 2017

A propósito del 21 de Diciembre



En unos días elegiremos nuestros representantes en el Parlament de Catalunya.
Y la situación no podría ser, pues no parece fácil que sea, más caótica ni más imprevisible.

Llevamos unos días de quinielas, componendas, rechazos viscerales a posibilidades de pacto, grandilocuencias huecas, enormes dosis de autosuficiencia, gigantescas dosis de demagogia, engaños decididos, imposiciones ideológicas, llamadas al disparate, propuestas de imposible cumplimiento, y un altísimo grado de emocionalidad, fanatismos, banderizaciones, apelaciones a patrias descompuestas como si estuviésemos en el siglo XIX.

Nacionalismos de aquí y de allá.

Y muy poquito espacio a lo racional, a lo necesario, al futuro con mayúsculas que no al futurillo a corto plazo. Al cosido de la quiebra social, a la vida en común entre dispares, a la construcción de una sociedad con capacidad para todos los que la componemos.

Hace años que pregono que la movida independentista dejaría a la mitad de catalanes frustrados, pero he sido incapaz de saber qué mitad sería esa.

Y si….
… ¿ganase el independentismo? ¿Impondrían su punto de vista, su ideología y su estrategia a la otra mitad?

Y si…
… ¿ganase el constitucionalismo? ¿Frustrarían los anhelos de la otra mitad independentista?

Y si…
… ¿empatasen?

¡Ay! Si empatasen. Van proclamado por ahí que habría que volver a votar.

¿Hasta cuándo? ¿Hasta que les gustasen los resultados?

Nunca se sabe que credibilidad se puede otorgar a los estudios de opinión, sobre todo en materia electoral y con el agravante del momento político tan incontrolable como el que estamos viviendo en Catalunya.

Pero si se cumplen lo que prevén la mayoría de encuestas, nos encontraríamos fácilmente en esa situación: el empate.

También coinciden en que hay más de medio millón de personas que no votan normalmente y que dadas las especiales circunstancias esta vez sí van a ir a la urna.

Lógicamente, los independentistas estiman que esa gente va a proteger y abundar los anhelos de esa tendencia, y que la alborada del 22 será un canto a la Independencia, a la República y al adiós a España, a Europa y a quien ose oponerse en cualquier punto de la Galaxia.

También lógicamente, los constitucionalistas están convencidos de que son los más positivos con la permanencia en España, los que van a salir en masa a manifestar su deseo, porque esta vez sí que sienten que peligra el statu quo que les conforta y con el que se sienten identificados.

Tanto en un caso como en otro, necesitarían que ese “apoyo masivo” a sus tesis alcanzase niveles de notable alto, es decir por encima del 70% en opinión de los más intelectuales del pensamiento y análisis político, para que sus tesis estén legitimadas y puedan ser impuestas al restante 30%.

Y lo repito, esto es aplicable tanto en el caso de victoria electoral independentista, como constitucionalista.

Pero si vamos a seguir teniendo mayorías exiguas 52/48 o 48/52, no va a existir argumento de legitimidad para poder llevar a cabo prácticas ideológicas, porque programas, lo que se dice programas, están aún por conocerse.

No parece un disparate pensar que esta es la opción más probable: la de legitimidad escasa.

Y en ese caso la opción de volver a convocar elecciones creo que sería no querer escuchar la voluntad del pueblo de Catalunya.

A estas alturas, nadie con mínimo juicio, puede no aceptar que la sociedad catalana está quebrada en dos mitades con anhelos, aspiraciones, ilusiones y apuestas por el futuro diferentes, incluso antagónicas.

Y nadie en ese sano juicio del que hablo puede asumir que si no hay gran diferencia cuantitativa entre esos dos modelos políticos (hablando ¡claro!, a grandes rasgos), otro proceso electoral solo traería un resultado parecido y una aún mayor profundización de la fractura social, del deterioro económico y, a la postre, de la ya bastante maltrecha imagen del país.

Y parece que sí puede ser que se dé ese “empate técnico” como vienen proclamando todos los oráculos.

Pues señores políticos escuchar al pueblo significa que, por un lado, hagan un esfuerzo de contrición y asuman que no pueden imponer su ideología a “la otra mitad” de catalanes, cualquiera que sea el bando vencedor.

Y por otro, que sepan actuar con generosidad y auténtica actitud de servicio al pueblo que van a representar, y creen una forma de gobierno transversal en el que de verdad estemos representados todos los catalanes, y aunque tengan que renunciar parcialmente a sus credos, dogmas, liturgias, demagogias, se esfuercen por elaborar y llevar a cabo un programa de Gobierno que pueda dar satisfacción a las necesidades reales, aunque las ideológicas queden mermadas.

Y si no lo hacen, seguiremos abundando en crisis tras crisis, desestabilizando la sociedad, la economía y la imagen que tanto cuesta construir.


Bellaterra 18 de Diciembre de 2017.

P.S.: Después de escribir este texto he escuchado a uno de los aspirantes a President hablando de la necesidad de crear un “Gobierno Transversal”. Aclaro que no ha sido mi intención hacer propaganda de ninguna de las alternativas que se presentan, y que como se escribe al final de las películas. …ha sido pura coincidencia.


domingo, 3 de diciembre de 2017

CALÍGULA SIGUE VIVIENDO ENTRE NOSOTROS



Hace unos días Lola y yo nos fuimos al teatro a ver una obra dirigida por Mario Gas y que desarrolla el magnífico texto escrito por mi admirado Albert Camus que, aunque data de 1944 sigue siendo de rabiosa actualidad: CALÍGULA


Hay que decir que la pieza teatral no es para la antología del teatro, pues cuenta con un magnifico primer actor, un segundo actor y una actriz que no están mal y los seis restantes del elenco definitivamente mediocres (desde mi personal punto de vista, claro!)

Pero el texto de Camus es un monumento acerca del poder y el abuso que del mismo hacen quienes lo detentan.

En un momento de la obra se dice:

“El Gobernante no duda en sacrificar a su pueblo con tal de conseguir imponer su ideología”

No he podido evitar establecer comparaciones con lo que nos está sucediendo estos días en Catalunya.

El proceso independentista ha llevado a sus líderes, si es que se les puede calificar como tales, a mentir, a practicar la demagogia y a tergiversar los hechos y la historia; y no han dudado en abocar a sus seguidores al desconcierto y la perplejidad, a frustrar sus ilusiones y expectativas con tal de sacar adelante una ideología cuya puesta en práctica hoy resulta más que improbable.

Un colectivo que se puede contar como millonario ha puesto esperanzas y anhelos en estos gobernantes, que les han prometido demagógicamente una Arcadia que solo ha existido en la imaginación del colectivo, convenientemente estimulado por dichos representantes a los que habían elegido en mor de sus promesas.

Y a estos sujetos, les llama en palabras puestas por Camus en boca de Casio Querea, simplemente TIRANOS.

Y, por supuesto, es esta una categoría en la que cabe encuadrar a una serie mucho más amplia de sujetos, empezando por el presidente del Gobierno español que ha llevado a cabo una exhibición de su tiranía como hacía mucho tiempo que no veíamos en España. Su actitud torpe y autoritaria ha colaborado a perpetrar los desmanes de los que hemos sido testigos tanto en un lado como en el otro del conflicto.

Y es que nos hemos inventado un vocablo para justificar algo a lo que antes llamábamos mentiras, y ahora definimos como sucesos no reales emocionales, y con el que los tiranos de nuestro tiempo desarrollan su gama de atrocidades y engaños a los pueblos que gobiernan: LA POSTVERDAD.

Y es que la postverdad se ha convertido en un instrumento de una flexibilidad y una versatilidad, brutal y atroz, para cambiar el normal equilibrio de los seres humanos que poblamos la Tierra.

Y nos da justificación para la generación de nuevos tiranos de nuestro tiempo. La gama no tiene fin desde el lejano oriente donde habita ese gran genio de la propaganda que dirige China, XÎ Jimping, hasta el obcecado mayor mentiroso de la historia de los Estados Unidos de América, Donald Trump. No voy a enumerar a todos los que yo incluiría en esta categoría, porque la lista es interminable como acabo de sugerir.

Imaginaos amigos, si esto sucede en el nivel superior de la pirámide del poder, ¿qué no va a suceder por el factor emulación en los restantes estadios?

Mi opinión, es que se va a producir un retroceso en la consideración de los valores que hemos dado en llamar humanos, y vamos a volver a una situación social en el mundo en la que si ya se dan las enormes diferencias que conocemos, las brechas se profundizarán aún mucho más, pues la práctica de las distintas postverdades que cada uno de nosotros esgrimiremos en nuestra relación con los demás, se generalizará de tal manera que cuando alguien diga una verdad no sabremos identificarla como tal, y…quizás ni falta que hará.

En algún momento tuve la ilusión de que la tecnología podría contribuir a dar un salto hacia delante en la evolución humana, y sujetos como Elon Musk, multimillonario sudafricano dispuesto a poner parte de su riqueza a la contribución a la evolución de nuestra especie, desde inversiones en el equilibrio ecológico del planeta, hasta el desarrollo de su proyecto SpaceX, para poner un hombre en Marte en la próxima década de los 30s y convertir a la Humanidad en una especie multiplanetaria, me aportaban una esperanza de redención de nuestras torpes actuaciones.  

Por no hablaros de mi pasión por los efectos de la Inteligencia Artificial en su aplicación al Transhumanismo que, por la inserción de tecnología en los cuerpos humanos nos permitiría desarrollar nuevas capacidades sensoriales e intelectuales.

Pero repaso al Camus de 1944 en esta obra magna, leo la prensa sobre lo que ocurre en nuestro país y en el resto de nuestro mundo, y como dicen en Madrid,

SE ME CAEN LOS PALOS DEL SOMBRAJO.

Como me gustaría encontrar nuevos argumentos para el optimismo.


Bellaterra, 3 de Diciembre de 2017.