“YA ME PARECÍA A MÍ QUE ERAS DEMASIADO HUMANA, PARA SER HUMANA”

La Teniente Ripley a Annalee Call cuando descubrió que era un robot (Alien Resurection)


jueves, 22 de enero de 2015

ESE BENDITO CAOS….

ESE BENDITO CAOS….

…que son las calles chinas.

Al salir de casa, transito un callejón que une dos calles y que tiene una calzada sin aceras.

Ahí coincidimos
-      -  los peatones que caminamos de forma totalmente desordenada,
-       - las bicicletas,
-       - los triciclos tanto eléctricos como a tracción humana,




-       - las motos eléctricas de particulares,
-       - las que reparten Domino’s pizzas, con una banderita con el logo-ficha de dominó,
-       - las de amazon con su sonrisa de smile,
-       - las de Sherpa’s que es una empresa que te lleva comida a domicilio de cualquier restaurante que elijas de tu distrito, y que si el tipo de comida que eliges está en otro, también te la traen, pero te avisan de que "it takes a little longer".
-       - las que llevan los depósitos de agua que utilizamos tanto en la oficina como a nivel doméstico, en esas fuentes que suministran el agua fría (en realidad, del tiempo) o ardiendo para la cosa del té, que en este país se bebe más que el agua. Impresionante ver como mantienen el equilibrio en la moto ocupando 1,5 m de ancho por otro tanto de largo.
-       - los triciclos que transportan cajas de corcho sintético. Estos suelen ocupar 1,5 de ancho por 3 o 4 de largo y 2 de altura


-      - los vendedores callejeros de sillas que acomodan unas decenas de sillas en un carrito que empujan manualmente, ocupando unos 5 metros en precario equilibrio


-       - los triciclos que transportan recogedores de cartones que se van anunciando con una campana-coñazo por toda la calle
-       - de vez en cuando un chinese hell’s angel a lomos de una Harley Davidson con el inconfundible sonido de sus tubos de escape 
-       - las bicis con el fogón de fuego y sartenes para hacer el chaw mien o los dumplings


-       - las que llevan las brasas para hacer las brochetas de toda suerte de cosas: - Como le gustan Sr.? muy picantes o poco picantes?
-       - los coches de todo tipo que se hacen sentir por sus constantes claxons. Por cierto, en mi callejón coinciden modelos de marcas locales, con americanas, alemanas, japonesas, coreanas, incluso hay un Bentley y varios Cayennes, mezclados con el Roewe (del que, por cierto, he hablado en mi colaboración con la Revista Anuncios) y los de gamas medias y bajas.





Vamos todos mezclados y aquí no pasa nada. Sabemos muy bien como desorganizarnos entre todos y no morir en el intento, al menos de momento.



Y lo mejor es cuando sales a la calle Xinghua Lu, por la que me dirijo a nuestra oficina. Esta es una calle de importancia en mi distrito, con aceras peatonales por las que circulan toda suerte de vehículos de dos ruedas (o de una sola, como en el caso de la foto) mezclados con nosotros, y por donde los peatones cruzamos la calle por cualquier parte siempre que no sea por el paso señalizado con el semáforo, pues la probabilidad de que te atropelle un vehículo a motor crece cuando se enciende el muñequillo verde, en contra de lo que uno pudiese pensar.

Muchas veces pienso en qué sucedería si se estableciese una normativa del tipo de las que tenemos en las ciudades occidentales en lo que al uso de la calle se refiere. Y mi conclusión es que esta sociedad se volvería enferma de muerte.

Pasado mañana vuelo a Barcelona y me encuentro aquí haciendo esta reflexión y pensando lo feliz que vivo en este caos después de tres años de metabolizar tanta cosa distinta a la que me era entonces familiar.

Y me pregunto: ¿Cómo voy a sobrevivir al Paseo de Gracia?


    

martes, 13 de enero de 2015

INTELIGENCIA ARTIFICIAL

INTELIGENCIA ARTIFICIAL

Este fin de semana estuve viendo la película protagonizada por Joaquin Phoenix, titulada Her, en la que un tipo en un futuro no muy lejano se enamora de un OS (Operating System) que dotado de una voz femenina sensual donde las haya (I love you Scarlett Johansson) y un algoritmo capaz de reproducir actitudes y pensamientos humanos, además de resolver problemas menores de tipo mecánico, como leer la correspondencia, contestar e mails y hacerse cargo de las engorrosas funciones domésticas, hace como de asistente emocional del sujeto que contrata el susodicho OS.

El guionista de la película se atreve a ir “más allá” de donde otros llegaron antes y dota a la seductora OS Samantha-Johansson de emociones, que ella misma percibe como un peligro y expresa como va sintiendo su presencia en su cuerpo virtual dentro del servidor que corresponda.

Por cierto, como la película se desarrolla en un futuro tecnológico supuestamente próximo, los exteriores y algunos espacios interiores de alto nivel de diseño, están rodados en Shanghai, en el distrito de Pu Dong (entre otros). Os va a hacer gracia pero lo primero que reconocí y que me sugirió donde estaba rodada fueron las papeleras que hay en la pasarela peatonal de Lujiazui.


 

Bueno, la película va haciendo aguas por alguna grieta del guión, de esas que se “perpetran” al servicio del marketing peliculero hollywoodense y pensando siempre en el público adolescente pero no por ello perdió mi interés, porque este precisamente es un tema que me ha preocupado desde que leí por primera vez “I Robot” de Isaac Asimov.

Es magnífico constatar como ese visionario escritor en el año 1950 fue capaz de “adivinarle el pensamiento” a ese genio astrofísico de la ciencia que se llama Stephen Hawkins.

        
                                                    
                                              


Hoy, en La Vanguardia, me he encontrado con la polémica a la que el mes pasado dieron lugar unas palabras del ilustre científico:

En diciembre de 2014, el físico teórico Stephen Hawking generó una inusitada polémica en el ámbito científico al referirse al desarrollo de la inteligencia artificial, afirmando que los avances en el área, lejos de ayudar a la raza humana, implicarían su extinción.
        
Y no puedo estar más de acuerdo con él, cuando veo a mi alrededor los comportamientos que genera la tecnología de consumo individual distribuida a través de smartphones, tablets, laptops, smartwatches y lo que vendrá en nada de tiempo. Y de que manera esa forma de ansiar el estar permanentemente comunicado, sume a los individuos en un modo de incomunicación y aislamiento, como ningún otro “avance tecnológico” había conseguido hasta ahora.

La literatura y el cine a lo largo de medio siglo largo, nos han ido advirtiendo de lo que se nos va viniendo encima al respecto, y seguimos impávidos ante ello como si la cosa no fuese con nosotros.

Hace unos días he visto que en Madrid hay una exposición sobre robots e inteligencia artificial que espero poder ir a ver en mi próximo viaje a España y que se anunciaba, algo así como: “Hay que irse acostumbrando a vivir rodeados de robots, porque están aquí para quedarse”. (No os toméis la frase en su expresión literal, porque seguro que es una interpretación mía recordatoria).

En 1968, Stanley Kubrick ayudado en el guión por Arthur C. Clarke, el autor del libro homónimo, nos advertía de los peligros de no controlar la A.I. en su hermosísima “2001, una odisea del espacio”.                                                      


También recuerdo una película del año 1999 (El Hombre Bicentenario) magistralmente interpretada por Robin Williams, en la que un robot sobrevivía a su “familia de adopción” y llegaba a vivir 200 años; y sustituía a sus “familiares humanos” en una grandísima parte de sus funciones, con lo cual los humanos cada vez iban siendo menos humanos, mientras que el robot, cada día lo iba siendo más, hasta el punto de que (creo recordar) el robot se va dotando de órganos humanos hasta convertirse en un ser humano extraordinariamente sabio y mortal.



Steven Spielberg también muy preocupado por el tema, rodó en 2001, A.I. (Inteligencia Artificial) más o menos con la misma temática e inquietud. Y el año pasado 2014 produjo conjuntamente con la bella y ahora ya más madura Halle Berry una serie titulada Extant, con poco éxito de audiencia; en mi opinión por un guión no muy bueno y una actriz principal (H. Berry) bastante mala.
           

Otro buen intento de advertencia, lo tenemos en la excelente serie británica Black Mirror. Una serie de capítulos inconexos, cuya única relación estriba en que van alertando de distintos efectos del desarrollo tecnológico. La serie no es mojigata en ningún modo y no es un grito de alerta, sino únicamente una descripción de un efecto posible.


              


El capítulo protagonizado por Jon Hamm (el de Mad Men), en el que los propios ojos se conectan a una cámara que va retransmitiendo a un grupo de voyeurs lo que va sucediendo, y en el otro sentido, el "monitor" del sujeto va “sugiriéndole” como actuar "in situ" para triunfar en su relación con el otro sexo, es para la antología de la ciencia ficción.

Y por último, una de las mayores maravillas del género en la que la Inteligencia Artificial alcanza el cénit, está interpretada y coproducida por Johnny Depp, y se titula Trascendence. Considerada por los amantes del género como la mejor película de Sci Fi del momento.

                     



El cénit se alcanza con el traspaso de una conciencia humana a un algoritmo que se desarrolla en un servidor con la mayor de las potencialidades humanas y otras “más allá” de las capacidades del hombre.

Siempre me ha interesado el género de la Ciencia Ficción, por la capacidad de imaginar lo que aún no es, pero pudiera llegar a ser.

Es cierto, que hay muchas predicciones que no se han cumplido ni en broma. Y que la mayoría de escritores del género pueden ser tachados de aventureros, pero no soy capaz de imaginar lo que  le dirían a Julio Verne, cuando escribió sobre el viaje a la luna o sobre sus 20.000 leguas de viaje submarino.

La ciencia ficción moderna, viene amparada por investigación, y aunque se deje un espacio amplio a la imaginación, la probabilidad de describir un futuro posible, cada vez está más próxima a la realidad.

Por eso, precisamente por eso, me inquieta mucho todo lo que se está escribiendo acerca de la Inteligencia artificial.

Sin tratar de asociarlo a un futuro apocalíptico, me pregunto si algún día seré testigo de los cambios en la estructura del pensamiento y la emocionalidad humanos, y por supuesto de los sociales que ello implicaría.

Tiendo a pensar que será cosa de mis hijos o nietos. Aunque podría no ser así.

En mi propio ejemplo personal os daré un par de datos, que me crean muchas dudas y ninguna  certeza.

1.   En el año 1998, di una conferencia en El Cairo conjuntamente con mi colega David Turner, a la que titulábamos “A los hijos de los hijos de nuestros hijos” (seguro que a los aficionados a la música os suena este título).
Describíamos el mundo 50 años más tarde  (2048), como consecuencia del entonces emergente fenómeno de Internet.
Tengo que decir que muchos de los cambios sociales y de comunicación que sugeríamos entonces con vistas al año 2048, ya han sido superados ampliamente.

2.   En segundo lugar, me gusta comentar que yo fui un niño que creció sin TV. ¿Quién me habría dicho entonces lo hipercomunicado que iba a estar yo viviendo hoy en China.

En definitiva, mi aviso a navegantes aquí es: “No desdeñemos toda esta ficción, porque cualquier día podemos tener una sorpresa”.