“YA ME PARECÍA A MÍ QUE ERAS DEMASIADO HUMANA, PARA SER HUMANA”

La Teniente Ripley a Annalee Call cuando descubrió que era un robot (Alien Resurection)


viernes, 3 de abril de 2020

POR FIN LLEGÓ LA DISTOPÍA


Como aficionado que soy a la Ciencia Ficción, llevo una buena parte de mi vida esperando a que se produzca un cambio en nuestro escenario vital y social capaz de transformar nuestras vidas hacia un nuevo estado evolutivo, tal como ese género lleva prediciendo desde hace más de medio siglo. 

El siglo pasado y especialmente su segunda mitad, ha sido pródigo en advertencias acerca del nuevo mundo que nos estaba esperando ahí al girar en una esquina sin fecha precisa para su inicio. 


Siempre han existido dos formas distintas de imaginar el futuro: la pesimista y la optimista; en otras palabras, un mundo distópico o uno utópico. 

En la pesimista, un error en la biotecnología o en la infotecnología o en el hiperdesarrollo de la IA, abocan a la Humanidad a una situación miserable en la que la escasez de alimentos y demás productos de primera necesidad hace que los hombres nos enzarcemos en una disputa suicida, matándonos unos a otros por conservar o por conseguir un miserable chusco de pan. 

En mi relato personal me permito encontrar una salida esperanzadora en la que los seres humanos nos agrupamos para crear entidades suprahumanas, para poder avanzar evolutivamente poniendo el espíritu colaborativo frente al egoísmo individualista. Pero este relato estaría más próximo a la visión siguiente: la utópica. 

La segunda; en la que yo como optimista vocacional y compulsivo, espero, deseo y me convenzo de que la tecnología nos ayuda a diseñar un mundo nuevo en el que la inteligencia artificial se encarga de las funciones menos creativas y las personas nos dedicamos a desarrollar nuestros valores humanos. Y ya de paso aprovechamos para que, con la ayuda de esa inteligencia artificial, iniciemos el proceso evolutivo del Transhumanismo.


Y, ¿dónde nos encontramos en este momento de primavera del año 2020?

Lamentablemente, entrando en la distopía, si bien intentando hacer que prime nuestra buena voluntad sobre nuestros malos instintos.

Cierto es que la solidaridad con la que los integrantes de la sociedad de un buen número de países están siendo ejemplares y en la que grandes colectivos están llevando a cabo heroicidades que nunca terminaremos de agradecerles. 

Como también es cierto que la sociedad más opulenta del planeta se está armando hasta los dientes para prepararse ante la inminencia del momento en el que, parece que inevitablemente, comience la escasez de básicos. 

Y, ¿qué puede ocurrir en ese momento?

A mí no me cabe duda: la defensa de los nuestros, de lo nuestro, nos llevará a la disputa visceral, a la primacía de nuestro cerebro reptiliano, al animal primario que no ha dejado de conformar nuestro cuerpo haciendo caso omiso a nuestros mejores valores. 

Y la supervivencia se convertirá en la ley; exactamente igual que sucede en el mundo animal, porque ese carácter primario es lo que emergerá de nosotros con más fuerza. 




A no ser que aparezca un líder ético, moral, espiritual, al margen de cualquier credo o liturgia. Porque las masas precisan que alguien les señale el camino. Y que este líder, o líderes llegado el caso, tenga/n el suficiente carisma para hacer prevalecer los valores propiamente humanos sobre los instintos primitivos, en sus mensajes a los seres humanos que estén necesitados de guía.

Así que…aquí estamos. Transitando por la nueva distopía y esperando al líder.  

Por cierto, se me ocurre que los grupos transhumanistas, como el que está activo en Barcelona y al que yo pertenezco, que están emergiendo en el mundo, inicien el diseño de la nueva sociedad colaborativa y traten de transformar los valores individualistas, egoístas y competitivos en otros más altruistas, y colaborativos, inspirados por el desarrollo del bien común.

¿Podremos llegar a convertir esta distopía en la que ya vivimos, en la utopía en la que nos gustaría vivir?

Mi respuesta íntima a la pregunta es SÍ, y para ello propongo que nos pongámos a ese afán.

Os sugiero que os reunáis con el “yo mismo” que todos llevamos dentro y busquéis ahí la respuesta, y vuestra línea de acción. Porque algo hay que hacer. 

Con mis mejores deseos para vosotros, amigos y lectores de este pensamiento.

Jesús

Confinado en Bellaterra el 3 de abril de 2020