“YA ME PARECÍA A MÍ QUE ERAS DEMASIADO HUMANA, PARA SER HUMANA”

La Teniente Ripley a Annalee Call cuando descubrió que era un robot (Alien Resurection)


viernes, 29 de septiembre de 2017

A PROPÓSITO DEL 1 DE OCTUBRE



Nunca fui nacionalista de forma voluntaria. Y digo de forma voluntaria porque, ¿quién de mi generación durante su niñez y pubertad no se vio obligado a formar prietas las filas, recias y marciales?

Es cierto que mi identificación cultural, está con lo español, lo catalán, lo latinoamericano, e incluso lo norteamericano, porque mi formación humanista se ha nutrido principalmente en esas fuentes.

Y en la cosa de los deportes, que es casi únicamente cuando se escuchan himnos patrióticos, nunca me he sobrecogido al escuchar ninguno de ellos, y animo tanto al equipo español como al chileno, o al colombiano.

Por lo cual, y a pesar de vivir en Catalunya y rodeado de amigos catalanes, y algunos de ellos muy íntimos de clara tendencia independentista, me he resistido a comulgar con el nacionalismo catalán, y he reforzado mi convencimiento de que la unión hace la fuerza, sea la unión española, como la europea.

Por cierto, tengo que dejar claro que profesionalmente, he estado difundiendo la cultura catalana por distintos lugares del mundo, y apoyando a la Generalitat en su acción política exterior durante un buen número de años.

Pero una cosa es la profesión y otra muy distinta la devoción.

Y hago este preámbulo para que por sí mismo colabore a explicar mi posición ante este disparate creado, entre el Gobierno de España y el de Catalunya.

Creo en el imperio de la Ley, pero también creo que la Ley va detrás de la Costumbre, como dice su propia definición, y creo que la Ley debe adaptarse a las necesidades de los pueblos que las promulgan.

Y no vale escudarse en la Ley, para justificar la torpeza política, la inacción, y la molicie intelectual, o ¿acaso es la estulticia en grado superlativo?, que ha llevado al Gobierno de España a desoír el clamor de una parte sustantiva del pueblo de Catalunya.

Me parece equivalente barbaridad esgrimir la Ley para impedir un inevitable referéndum ilegal, como seguir adelante con un referéndum ilegal, y por tanto con pocos visos de ser vinculante ante los organismos europeos.

Y este grupo de políticos intransigentes a uno y otro lado que han renunciado a hacer política para sustituirla por testosterona nos ha metido en un callejón de difícil salida. Porque, ¿de verdad nos creemos que se van a anular los resultados de este referéndum, o consulta, o manifestación popular, o como se quiera llamar por el hecho de ser ilegal? ¿Y que todo va a quedar como si aquí no hubiese pasado nada? O ¿de verdad nos creemos que porque el sí vaya a ganar (parece cantado dadas las circunstancias), al día siguiente se va a crear la República catalana, así sin que no surja ningún movimiento en contra?

Pero, ¿en qué contexto creemos vivir para pensar que cualquiera de estas dos opciones es posible?

No pienso ir a votar, y no es porque me encuentre a 10.000 kms. de distancia como es el caso, sino porque no acepto de ninguna manera que me digan que si quiero un mundo mejor tengo que votar sí a la independencia de Catalunya, y que si voto no es porque quiero que todo siga como está.

Aborrezco esa forma dicotómica de que me planteen expresar mi posición política ante las relaciones entre España y Catalunya.

Aborrezco el Gobierno de un estado español incapaz de escuchar a una parte de su pueblo que quiere independizarse y a otra parte de su pueblo que, viviendo en Catalunya, queremos un status distinto al actual.

Aborrezco a un Gobierno de la Generalitat, que ha llevado su mesianismo a dividir la sociedad catalana en dos mitades, de tal forma que pase lo que pase una de las dos mitades quedará frustrada.

Y también aborrezco a un partido que siempre se caracterizó por su moderación, sentido de estado y enorme capacidad de gestión de sus relaciones con España y con Europa haberse entregado a un partido enloquecido que en sus postulados programáticos se define antisistema y cuyo objetivo es destruir el sistema capitalista. Y aunque me cueste decirlo tengo que aceptar que admiro a un partido que nunca engañó a nadie en cuanto a sus objetivos secesionistas, aunque yo no comulgue con sus postulados.

Y ya, en el zénit de la insensatez, la miopía política, y la estupidez superlativa, deploro, critico, y me rebelo intelectualmente ante ese estado que echa mano de sus tics heredados del fascio del que muchos de ellos son hijos ideológicos, y cree que puede arreglar algo con una demostración de fuerza llenando Catalunya de “Fuerzas de Seguridad del Estado”.

Sí que han conseguido exhibir ese larvado fascismo coreado por la caverna mediática que les arenga cada día desde emisoras y tertulias, y que los que en ningún momento pudimos sentirnos simpatizantes del movimiento independentista, ahora no voy a decir que los justifiquemos, pero sí que los comprendamos un poco mejor.

Y, como me dijo hace unos días un amigo mío, el 1 de Octubre, en realidad lo que comienza es la República española, porque que, en estas circunstancias, el Jefe del Estado decida continuar siendo un carísimo jarrón chino en medio del comedor y como gran gesto, modifique su agenda para seguir viendo los toros desde la barrera, es como si estuviese escribiendo su despedida.


Escribo esto en Shanghai el día 30 de Septiembre de 2017.