“YA ME PARECÍA A MÍ QUE ERAS DEMASIADO HUMANA, PARA SER HUMANA”

La Teniente Ripley a Annalee Call cuando descubrió que era un robot (Alien Resurection)


sábado, 9 de agosto de 2014

PARA VOYEURS “RIJOSOS”


PARA VOYEURS “RIJOSOS”

Del álbum “CUENTOS CHINOS. DE VERDAD” (En Barcelona)

Hoy, después de muchos años he ido al Bulevard Rosa en el Barcelonés Paseo de Gracia.

Al entrar, he sentido una gran emoción, porque me he encontrado en el suelo con la cenefa de la foto.

                                  

Y digo que me he emocionado, porque a finales de los 70s, nos vinieron a visitar los hermanos Vives porque querían lanzar un centro comercial ocupando el antiguo “Salón Rosa”. Por cierto, la manzana y el edificio en cuestión también son famosos porque se encuentra ahí la Asociación de Anticuarios de Barcelona, así como unas cuantas tiendas especializadas en el tema.

Volviendo al centro comercial, que quería construirse como un “drugstore de tiendas” (así lo definió Enrique Vives Q.E.P.D.), porque el mall o la galería comercial no eran conceptos muy al uso en aquellos tiempos, diré que aceptamos el encargo.

Mi amigo y colega Luis Bassat, sugirió el nombre de Bulevard Rosa que fue aceptado de inmediato por los hermanos, y le encargó esa cenefa a Carlos Rolando que, cuando la diseñó, lo hizo en color rosa palo (como se decía entonces) y que la utilizamos en la campaña de lanzamiento. No nos imaginábamos entonces que aquella cenefa iba a perdurar como identidad del Bulevard Rosa durante, ya casi 40 años.

Hoy, después de una “excitante” sesión de compras con Lola, he ido al lavabo, cuyas características especiales yo ya conocía de otra ocasión, y donde me ha sucedido lo siguiente:

Una mujer china se dirige al lavabo y al verme detrás de ella pretendiendo entrar al mismo, le pregunta con gestos a una empleada de limpieza, señalándome a mí, si ella puede entrar, a lo que la empleada le contesta que “yes” y añade la palabra “Unisex”

La china se queda parada un momento ante las cabinas con los inodoros, porque las puertas son transparentes, y la leyenda “Cierre el pestillo para oscurecer la puerta” solo está escrita en Castellano y Catalá, pero no en Chino Mandarín. Finalmente entra en una de las cabinas.

Yo voy probando cabinas y la casualidad hace que entre en la que estaba situada enfrente de la china.

Me bajo pantalones y calzoncillos después de cerrar el pestillo y veo delante de mí a la china sentada en el inodoro con las bragas en las rodillas y la falda subida a los riñones, haciendo allí sus necesidades.

De inmediato llego a la conclusión de que si yo la veo a ella, ella también me ve a mí, porque se supone que ninguno de los dos hemos cerrado correctamente el “pestillo”.

Cuando nuestras miradas se cruzan en esa posición tan poco noble, a la buena mujer le entra la prisa por acabar y mirando hacia otro lado como si eso evitase que yo contemplase la escena en su totalidad, se urge a limpiarse el trasero y secarse la gotilla delantera, lanzando posteriormente los papeles al inodoro por entre las piernas y subiéndose las bragas blancas y bajándose la falda negra todo a la vez con una gran eficacia; y sin mirarme, sale despavorida de la cabina.

Yo, aún perplejo, miro el cierre del pestillo y me doy cuenta de que  tiene un primer tope, pero para que se oscurezca la puerta hay que empujarlo un poquito más.

Y ahí sin más espectáculo escatológico que contemplar pensaba yo en el porqué de esta intimidad en la “eliminación de residuos” como decía el personaje que interpretaba Robin Williams en “El hombre bicentenario”. Se trataba de un robot muy semejante a los seres humanos que le decía a sus científicos padres adoptivos que el cuerpo humano estaba mal diseñado porque no se puede poner la “zona recreativa” tan próxima a la de “eliminación de residuos”.

¿Por qué mantener tan íntima la cosa de la eliminación residual cuando en otras sociedades, como la japonesa por ejemplo, lo de “ir a cagar” era un acto social y por ese motivo se hacían váteres públicos abiertos para pasar allí la tarde deponiendo y charlando?


Esta reflexión me ha llevado a explicarme la razón por la que el pestillo contaba con dos posiciones: “Lo ha debido diseñar un japonés”

jueves, 7 de agosto de 2014

UN HUMILDE TRÍPTICO ENTREGADO “A MANO”

UN HUMILDE TRÍPTICO ENTREGADO                    “A MANO”

En mi larga vida en el mundo publicitario, he tenido que estudiar la capacidad de comunicación de todos los medios publicitarios a mi alcance. Y como es lógico en un período en el que hemos asistido al desarrollo de la tecnología aplicada a la comunicación, he tenido que afrontar retos nuevos cada vez que se producía uno de estos cambios trascendentales.

Tengo que confesar que a pesar de todo, siempre he sentido una gran fascinación por la Televisión, quizás porque, como me gustaba iniciar algunas de mis conferencias: “Yo fui un niño que creció sin TV”. Luego añadía: “Lo que me he ahorrado en psiquiatras”

El lenguaje audiovisual proporcionaba unas posibilidades de comunicación que ningún otro medio superaba, hasta que llegó la famosa interactividad del mundo on line, abriendo todo un mundo de posibilidades de comunicación, que no solo me fascinan, sino que retan a mi inteligencia y capacidad de adaptación a los nuevos modos y lenguajes.

Pues bien, hoy quiero contar una historia que se basa en un formato de comunicación escrita, bastante antiguo y de cuya eficacia muchas veces he renegado, aunque nunca haya dudado de ella. Y hablo de un “SIMPLE Y HUMILDE TRÍPTICO”.

A finales de los 70 conocí a un experto en el mundo del “sobre y el folleto” que influyó bastante en mi vida y con el que he pasado muy buenos ratos de discusiones sobre la eficacia de los distintos medios. Se trata de Ramón Guardia. Ramón fue pionero de muchas cosas en nuestro país. Cuando yo le conocí, era socio de Publipost, que era una empresa especializada en publicidad por correo. Desde entonces siempre le llamé “Ramón el de los sellos”, cosa que él como persona tolerante que es me aceptó sin problemas.

Posteriormente trajo a España el Marketing Directo, y cuando esta categoría se hiperdesarrolló, creo el Marketing con Causa. Ahora vive una buena vida disfrutando del Cava que por tradición familiar siempre ha estado en su vida.

Pues bien, en homenaje al amigo Ramón tengo que decir que una de las mayores satisfacciones que he recibido desde que estoy viviendo en China me ha venido de la mano de un tríptico que hicimos para anunciar el diseño de Lola dirigido a la nueva y enorme clase media china, que ahora vive ávida por consumir toda suerte de productos y servicios.

El folleto del que os ofrezco un par de imágenes, era muy simple, intentaba eliminar el freno del precio, ofrecía unos ejemplos, y al final dejaba nuestras coordenadas.

 Estoy seguro de que si lo pillase Ramón me lo criticaría, como yo mismo lo hago, pero es que lo tuvimos que adaptar a los gustos y modos chinos. 

Gabi y nuestra ejecutiva e intérprete se fueron a una feria de diseño en la que había una gran cola para entrar, y allí en esa cola, entregaron cerca de mil unidades.

Cual no fue nuestra sorpresa cuando al día siguiente recibimos una llamada de alguien que había tomado nuestro “humilde tríptico” y nos invitaba a visitarlos para proponernos participar en un concurso.
 
Como es natural, les dijimos algo que llevo muchos años repitiendo tanto en el mundo publicitario, como ahora en el del diseño de interiores: “Nosotros no participamos en concursos”. Pero el caso es que hicimos una propuesta de diseño y ganamos el negocio. Tan bien nos fue y tanto les gusto, que nos pidieron participar en otro “no-concurso” y también lo ganamos.

Después de negociar como salvajes, como tienen por costumbre “milenaria” hacer desde los tiempos de la dinastía Ming, (ríete del zoco de Marrakech), nos han hecho un contrato por la primera parte con la promesa de seguir firmando el resto a medida que vayamos desarrollando el trabajo.

No nos va a hacer ricos, ni mucho menos, pero es el mayor trabajo que hemos conseguido hasta el momento en China, y nos ha proporcionado un gran estímulo para seguir con nuestra “aventura oriental”.

Y todo gracias a una pieza de las que en las campañas publicitarias definíamos como menores:

“UN SIMPLE Y HUMILDE TRÍPTICO”




viernes, 1 de agosto de 2014

EL ARTISTA VINO A CASA A FOTOGRAFIARSE CON UNA DE SUS OBRAS

EL ARTISTA VINO A CASA A FOTOGRAFIARSE CON UNA DE SUS OBRAS



Conocí a Albert Cruells cuando éramos jóvenes. Él ya se había cansado de ser eso que se llamaba copy haciendo de pareja creativa con Jaime de la Peña en una agencia que era modelo de descaro e irreverencia en la época. Tanto él como Jaime se largaron a hacer de realizadores publicitarios y tuve la suerte de conocerlos a ambos al inicio de sus carreras.

En el caso de Albert tengo que decir que yo le llamaba siempre que tenía que hacer un spot con presencia de humor tanto si este estaba contenido en la imagen como en el texto, como en ambos.

Y de hecho rodamos el primer spot que hizo Emilio Aragón cuando este empezaba con unos programas en los que iba siguiendo una raya blanca pintada en el suelo. Por cierto yo tuve un cameo dentro del coche por encima del cual pasaba Emilio.

Había un tipo por el rodaje al que Albert bautizó como “El Tartufo” con/del que nos reímos a mandíbula batiente. No quiero escribir aquí como nos lo pasábamos entonces porque era demasiado bueno pensando en que nos pagaban por ese trabajo.

Y así pasamos unos cuantos años entre spot y spot, disfrutando de nuestro trabajo como enanos saltarines.

Ya llevábamos hechos un montón de spots e idas y venidas a Cannes, cuando conocí a su hermano Joan Cruells (a la derecha de la foto).

Joan hacía algo parecido a lo que hacía yo pero en otra agencia competidora, y siempre hablábamos de trabajar juntos, porque pensábamos que nos lo íbamos a pasar teta.

Y lo intentamos. Y lo teníamos todo alicatado hasta el techo, cuando por razones que no vienen al caso, Joan decidió que quería seguir la carrera de su hermano y pasar de la agencia a la productora

Y a partir de ahí, se convirtió en un realizador excelente, muy celebrado por grandes fabricantes de productos alimenticios y de limpieza. ¡Que bendita paciencia has tenido, Joan!

Lo que yo entonces no sabía, a pesar de que alguna vez me regaló un cuadro firmado por él, es que Albert era pintor desde la infancia.

Cual no sería mi sorpresa, cuando en el cénit de su carrera, nos envió a todos a la porra, dejó la publicidad, la arriflex, el tartufo y a su propio hermano y se retiró a L’Empordá a pintar.

Y lo más sorprendente es que nunca tuvo la tentación de comerciar con su arte y toda su obra yacía en los diversos sótanos de sus casas en Aiguablava,  Barcelona y las que no confiese.

Hasta que un marchante “espabilao”, le montó un vernisage y lo vendió todo.

A mí y sobre todo a Lola, nos produjo una fuerte impresión el cuadro de la foto, que ahora ilumina una de las paredes de nuestro salón.

Y le pedí que viniese a hacerse una foto con él.

Otra cosa que pasó es que nos llevamos 6 de sus cuadros a Shanghai a intentar vendérselos a los chinos, y entre otros, nos llevamos dos que no caben en ningún lado y que tuvimos que subirlos a casa como veis en la foto.

                                             


Que hermosa profesión hemos disfrutado durante tantos años. Y esto lo digo aquí, porque sé que hay muchos jóvenes estudiantes de Publicidad a los que tengo como amigos en las redes sociales, que pueden leer esto, para animarles a seguir, aunque nunca sea oro todo lo que reluce.