“YA ME PARECÍA A MÍ QUE ERAS DEMASIADO HUMANA, PARA SER HUMANA”

La Teniente Ripley a Annalee Call cuando descubrió que era un robot (Alien Resurection)


jueves, 21 de julio de 2016

¿OPIO DEL PUEBLO Y OPIO DE PIJOS?

¿OPIO DEL PUEBLO Y OPIO DE PIJOS?

CUENTO CHINO. DE VERDAD


Ayer me hicieron la pregunta con la que titulo este artículo, y me llevó a dedicarle un pensamiento al tema.




Como todos creíamos saber, “El opio del pueblo” es una frase que popularizó Karl Marx hace casi un siglo y que sus seguidores y evangelistas han difundido por el ancho mundo, aplicándola como definición a la Religión. Oiga!... a cualquier religión.  

Y digo que creíamos saber, porque lo que yo ignoraba hasta hace un par de días es que en realidad esta frase Karl Marx la tomó “prestada” de un íntimo amigo suyo que fue quien la escribió, que se llamaba Bruno Bauer.

¡Qué cosas! toda una vida de rojo pensando que había sido Marx y ahora resulta que fue uno de esos “creativos” que hacen grandes las ideas de otros, como tantos y tantos a quienes nos hemos encontrado a lo largo del desarrollo de nuestra profesión.

Y respondiendo a la pregunta-titular, yo creo que sí, que también existe un “opio para pijos”, y que fue causa de dos guerras entre dos imperios: El Británico y el Chino. Que los chinos perdieron en la ribera del Rio de las perlas a su paso por Dongguan a unos kilómetros del puerto de Guangdong al que los ingleses como no sabían pronunciarlo bien, denominaron Cantón.

Era en este puerto donde los ingleses daban gato por liebre a los chinos. Bueno más que liebre les daban opio que traían (afanado) de las indias británicas (no las galantes) y lo cambiaban por artículos que en esos momentos tenían grandísimo valor, dada su inexistencia en el mundo occidental: Té, seda y porcelana.


Algo parecido a lo de las cuentas de colores y el oro en el latrocinio llevado a cabo por los españoles en América a la que entonces se conocía como las indias. Es como si ese nombre “Las Indias” tuviese el significado de “Róbame lo que quieras, cariño”, lo cual era tomado muy en serio por algunas de las potencias imperiales de la época, compro ejemplo  España e Inglaterra. Los dos imperios esquilmaron todo lo que pudieron las tierras conquistadas, pero a los Ingleses les cundió más que a nosotros. Debe ser porque también se dedicaban a robarnos y piratearnos literalmente hablando, los barcos en alta mar por mor de aquellas “patentes de corso” que emitían los reyes y reinas de la época. 





El tal Drake (Francis) se puso las botas a nuestra costa. Y la Reina Virgen Elizabeth I engordó sus arcas convenientemente. No sé si murió virgen porque era fea, religiosa o gilipollas. Pero hoy existe un Estado en su honor en los Estados Unidos de América: Virginia.


Pero no quiero desviarme demasiado del tema.


El “Opio de pijos” originalmente era muy bien aceptado por los chinos, porque no hay más que ver las caras de estar volados, o muy puestos según la terminología preferida, que se les quedaban en los fumaderos. Ya aprovechaban también para darle al sexo. Y esta tradición cambiando las sustancias aunque no lo de los bajos, ha seguido hasta hoy extendida a lo largo y ancho del mundo.


Cuando el emperador de la época que creo que se llamaba Daoguang, se dio cuenta de que no había forma de controlar a su pueblo cuando se ponían hasta arriba de opio, decidió prohibir su venta y consumo, cosa que a los ingleses les pareció fatal y organizaron el par de guerras a las que me he referido al principio que, el hecho de perderlas, a los chinos les costó Hong Kong y Macao. 

Lo de Hong Kong ha durado 150 años y ahora que volvió a control de la China milenaria no tienen muy claro como controlarlo, y de vez en cuando se tienen que fumar un par de pipas de opio para tratar de saber que demonios hacer para no estropear esa joya (en mi opinión, claro!) que los ingleses hicieron de Hong Kong. De momento vamos bien, pero no estoy muy seguro de que esto vaya a durar para siempre. Sobre todo después de convivir con ellos durante los últimos cuatro años.

La batalla definitiva tuvo lugar en un descampado (hoy destino histórico-turístico) de la que hoy es la ciudad de Dongguan, a la orilla del rio de las perlas. Por cierto, el río se llama así por dos razones:
La primera, porque hay una isla en forma de perla a su paso por Guangdong
Y la segunda, porque el río esta repleto de esas joyas, pues las perlas de río son muy apreciadas por allí.


Yo que ya he probado las gambas de río y las almejas de río, os puedo asegurar que son buenísimas, y naturalmente mucho más caras que las de mar, porque abundan menos. Así que aunque de perlas no sé nada, me imagino que las de río deben ser estupendas y valiosísimas.

Nosotros visitamos mucho esa ciudad porque hemos llevado a cabo allí varios trabajos de diseño de interiorismo, y eso nos ha permitido saber una cosa curiosa al respecto:

En una ocasión me dijeron que el 85% del PIB de Dongguan procedía de la prostitución. Cuando ves la vitalidad económica de la ciudad, piensas que la actividad sexual debe ser frenética. Y también me dijeron que como Xî JinPing está tratando de eliminar la prostitución en China  (¿A quien se le ocurre, por Dios?), el PIB de la ciudad ha descendido ostensiblemente, desde que este hombre llegó al poder. Teniendo en cuenta que el sujeto en cuestión estuvo estudiando en Boston (Harvard para ser más exactos), se ve que se le pegó el puritanismo ramplón americano que es capaz de llevar al poder a un sujeto impresentable con un tupé rubio.  

Yo no sé si esta tradición de satisfacción de “bajos instintos” procede de la época del opio, pero hay un hecho cierto y es que es la ciudad más importante de China como destino de turismo sexual.



Y declaro solemnemente, que no he sido afectado por ese virus por muchas veces que haya visitado la ciudad.

Así que…creo que sí, que hay un opio para el pueblo y otro para pijos, aunque yo, por el momento no tenga intención de aficionarme a ninguno de los dos. El del pueblo ya lo probé, y sobradamente, durante y después de Franco y no me han quedado ganas de repetir.

Bellaterra, 20 de Julio de 2016.