“YA ME PARECÍA A MÍ QUE ERAS DEMASIADO HUMANA, PARA SER HUMANA”

La Teniente Ripley a Annalee Call cuando descubrió que era un robot (Alien Resurection)


viernes, 17 de junio de 2016

CUENTO FILIPINO. DE VERDAD


Cuanto más viajo, más desarrollo la conciencia de que en lo que me queda de vida (según las expectativas actuales) no voy a tener tiempo para poder enterarme de cómo es el mundo. Porque cada nuevo lugar que conozco me abre “a lo ancho” a una nueva realidad que además sugiere que aún quedan muchas por descubrir.

No sé quien demonios dijo que el nacionalismo se cura viajando. Yo, sin menoscabar en absoluto a aquellos que deciden aferrarse a “lo suyo”, siento que cada vez quiero ser más del mundo e incorporar el mundo y todo lo que pueda de su contenido a mi propia experiencia vital. Y cada vez, menos aferrado a “mi tierra”.

La cosa esta vez da comienzo en el aeropuerto de Pu Dong (Shanghai). El azar hace que me sitúe detrás de un norteamericano, grande, alto, calvo, corpulento y tan moreno que en algún momento pensé si sería mulato, que no lo era.

El buen hombre me dio conversación, cosa que me ocurre con frecuencia con los estadounidenses (no los llamo americanos porque mi amigo argentino Jorge Gómez Monroy, me afearía la conducta). Y de lo primero que quiso hablar fue de dinero, (que raro!).

¿Cuánto te ha costado el billete? Ah! Pues es muy buen precio. Yo, en realidad, voy con mis dos hijos a pasar tres semanas en Bali, pero los billetes desde Shanghai me costaban 3.000 dólares; en cambio si pasábamos por Manila, solo me costaban 600. Y he decidido que vamos a pasar unos días en Manila antes de irnos a Bali. Después de Bali nos vamos a Vietnam otras tres semanas, o ¿son cuatro?. Oye John, le pregunta a su hijo de unos 10 años, son 3 o 4 semanas en Vietman? Cuatro, daddy!

A mí me gusta mucho Asia y todos los años venimos una temporada. Dice el buen hombre.. Me fijé en que tanto el niño como la niña, quizás un año mayor tenían rasgos orientales y me dije: claro, no me extraña deben ser un cruce entre oriente y occidente. Por cierto, la supuesta madre de los niños no viajaba con ellos.

Oiga a Vd. le gusta el cerdo? Me pregunta. Pues…sí, sí me gusta. No deje de comer el cerdo crispy que preparan en Cebú. Es una delicia. Ahora que estoy en el aeropuerto esperando a mi vuelo de vuelta, tengo que decir que lo he intentado probar y no ha habido manera porque sí lo hacen, pero no es la cosa más común de Moalboal que es el nombre del pueblo en que estaba el resort en el que me alojaba.

Después de pasar seguridad, no me sentí con ánimos de abandonar a Jeff que es como se llamaba mi nuevo amigo, y como el vuelo salió con una hora de retraso pues seguimos dándole a las trivialidades.

El siguiente tema fue cuales eran las mejores líneas aéreas. Oye John dile a este señor cual es la mejor línea del mundo; y el chaval dijo Singapore airlines.

Es muy listo. Verá.
-       John, mira ese avión! (por uno que nos sobrevolaba en ese momento) de que línea es?:
-       Thai.

Se sabe los nombres y los logos de (no me acuerdo cuantas me dijo, pero sobrepasaban el centenar) las líneas aéreas. Es que su madre es coreana. Supuse que me lo decía porque eso explicaría lo “listo” que era el chaval.


-       Yo tengo en mi casa una maqueta con la reproducción a escala 1:500 de more than one hundred airplanes. Por eso se los conoce tan bien.
-       Hombre! Eso lo explica, claro!
-       Te dedicas a la aeronáutica?
-       No, no. Retail! Ah eres tendero.
-       Y que clase de retail?
-       No no retail, no, retired. Ante mi cara de extrañeza (aparentaba unos 50), me aclaró: 
                                                                           Es que me retiré a los 42. Yo era abogado en NY.

Lógicamente, yo le expliqué que también estaba retirado de la Publicidad, pero que seguía activo en otro tipo de negocio, bla, bla, bla.

Finalmente embarcamos y yo agradecí que nos separasen un buen número de filas, porque el tipo rajaba más que el cuchillo de un melonero.

Pero transcurridas un par de horas de vuelo fui al lavabo de la parte trasera y me lo encontré en la última fila.

- Esperas para el lavabo? Le pregunté
- No. Es que me he venido aquí atrás a tomarme una cerveza con este señor filipino. Al pobre se le ha muerto su esposa la semana pasada y me ha pedido que bebiésemos juntos a su salud en la vida eterna.
- Pero, fíjate que curioso, el señor no para de sonreír.
Entonces me dirigí al filipino y le di mis condolencias, cuya respuesta fue echarme una sonrisa y brindar con su cerveza, aunque yo no tenía otra para hacer lo propio.

Le dije a Jeff que esta gente tenía unos valores diferentes a los nuestros, y rápidamente me fui al lavabo para no entrar en la discusión de cuales son mejores si los suyos o los nuestros.

Después de aterrizar, yo tuve que salir como alma que lleva el diablo porque el retraso me hab, recoger mi maleta, llevarla a los customs y volverla a depositar en la cinta de equipajes con un adhesivo de checked.  Y luegoía complicado mucho la conexión a Cebú, y me despedí de Jeff desde la puerta del avión donde el sobrecargo del vuelo me coló para que saliese antes que el resto del pasaje, junto con otro norteamericano mucho más nervioso que yo.

Sólo me quedaban 20 minutos y tenía que pasar control de pasaportes, recoger mi maleta, llevarla a los customs y volverla a depositar en la cinta de equipajes con un adhesivo de checked.
Por cierto, esto último del equipaje me lo contaron cuando llegué a la sala de embarque donde me dijeron que aunque el equipaje estuviese facturado a Cebú tenía que pasarlo por la aduana en Manila. Pedí que alguien me ayudase porque volver a hacer todo el recorrido que además incluía un cambio de terminal no iba a ser posible dado el tiempo disponible. Los de Philipines Airlines con una flema que me río yo de la inglesa, me dijeron que estuviese tranquilo, que me esperarían y no perdería en vuelo. Llamaron a un empleado que me acompañó saltándonos todos los controles habidos y por haber, y efectivamente después de la Ginkana por el aeropuerto, me vi sentado en el vuelo hacia la preciosa isla de Cebú.

En los escasos días que he estado en Cebú he podido comprobar que, efectivamente, esta gente se toma la vida con alegría, a pesar de las enormes dificultades por las que pasa esta sociedad.

Como suele suceder en el subdesarrollo, solo hay dos clases sociales la muy rica, que viaja en Primera y lleva bolsos de Prada, y la depauperada.

Pero la característica común es la sonrisa. No sé si sonreír es una actitud de conformación con lo que les rodea, o una forma de empezar la relación con los demás, o un modo de huir de la realidad tremenda que les circunda.



Un día de estos tengo que profundizar en lo que supone la sonrisa en las personas.

Me he dado cuenta de que hasta la más fea, o el más feo, (no me vayan a tildar de misógino) se vuelve bella/o al sonreír. La sonrisa se erige en patrón de todas las bellezas. Aunque seguramente esto de la belleza responde siempre a criterios subjetivos. 

A todos nos gusta ver a la gente sonriente.

Cuando hacemos una foto pedimos que digan PA-TA-TA o CHEEEEESE si estamos entre anglosajones, para estimular la sonrisa. Y luego decimos: “Qué guapa/o has quedado”

La diferencia racial suele provocar dos reacciones: Miedo que suele ser el caldo de cultivo del racismo, o admiración por aquello que no tenemos.

En el caso de la raza filipina, a mí personalmente siempre me ha causado admiración. Me ha parecido ser una raza de rasgos muy bellos. Aunque ahora que lo pienso, a lo mejor es una raza cuya estética está muy afectada por su costumbre de sonreír constantemente a todos y por todo.

Podría seguir contando sobre mi relación con los filipinos durante estos días de sol, relajo y buceo, pero eso da para otro relato.

Comenzado en el aeropuerto de Mactán Cebú y terminado en el de Ninoy Aquino Manila. Sin nada mejor que hacer en el tránsito. El 3 de Junio de 2016.