“YA ME PARECÍA A MÍ QUE ERAS DEMASIADO HUMANA, PARA SER HUMANA”

La Teniente Ripley a Annalee Call cuando descubrió que era un robot (Alien Resurection)


jueves, 21 de enero de 2016

UN DATO BRUTAL SOBRE LA DESIGUALDAD EN EL MUNDO

UN DATO BRUTAL SOBRE LA DESIGUALDAD EN EL MUNDO         

El 1% de la población planetaria acumula tanta riqueza como el 99% restante Y la cosa va a peor. 

Veo claro que el sistema está quebrado en el sentido social, y humanístico de la expresión. 
De hecho la perversión del sistema económico, según la cual la economía solo prospera si existe crecimiento, es el primer mandamiento de una doctrina que ya no vale si pensamos en el desarrollo futuro del mundo y en la gestión de sus recursos naturales.

Y ya no quiero ni pensar, si hablamos en términos de equidad, justicia social y compasión humana. 

Siempre he dicho que el ser humano es un fracaso de la naturaleza y cada día que pasa recibimos confirmaciones de este hecho. No puede ser que el propio ser humano acepte que su propia naturaleza acumule tanta dosis de maldad como para no hacer nada por remediarlo. 
Sí, sí, ya sé. Es cierto que ese 1% además controla los mecanismos del poder, las armas los ejércitos, y la información. 
Pero cuando vives en un sitio con tantísimos millones de personas en la calle, piensas que una rebelión de ese género tendría que poder vencer a los "otros pocos".
A veces me pregunto como he podido simultanear mi oficio publicitario, con el que he contribuido decisivamente a la construcción del sistema, con mi pensamiento humanista. y sí, tendríais razón si me lo criticaseis, aunque en mi fuero interno me acoja a la satisfacción de haber ayudado a muchos de los débiles a mejorar sustantivamente sus vidas en un entorno económico capitalista. 
Dentro de unos días se celebra ese "acto litúrgico del poder" que anualmente tiene lugar en Suiza (Davos) donde los representantes de ese 1% se reúnen para decidir como seguir aumentando esa desigualdad. Aunque se disfracen de humanistas y digan que ese es su trabajo y que se crean y creen la coartada de que es el hecho de hacerse tan ricos el que posibilita que exista eso que se llama clase media y que cada día se encoge más en el mundo occidental y vive la ilusión de crecimiento en el oriental y particularmente en China. 
Sé que a mí esto debería incumbirme poco dada la expectativa de vida que me queda por delante. Pero es doloroso pensar en la contribución que ha hecho mi generación al deterioro del mundo y lo difícil que os lo estamos dejando a los que venís detrás. Que no sé yo si podréis arreglarlo o seguiréis dejando un legado aún peor a los que vengan detrás de vosotros. 
Porque destruir el equilibrio social requiere no demasiado tiempo. Pero reconstruirlo....reconstruirlo es harina de otro costal. 
Y nosotros mientras tanto discutiendo sobre el flequillo de Puigdemont o si Rajoy pacta con Pedro Sánchez en una "conjura de los necios" (parafraseando a John K. Toole) que no va a ningún término decente.

Hoy una lágrima recorre la pantalla de mi portátil.


Jorge Gómez Monroy Ahí va, nuestro flamante presidente, a "volver a poner a la Argentina en el mundo" (Sic) a través del foro de Davos. Ahí va el mejor discípulo de Aznar y Rajoy, a abrirles las puertas a ese 1% de poderosos que, durante estos últimos 12 años de ausencia, no han hecho más que afilar los cuchillos y servir la mesa para disfrutar de este manjar que Macri les dará en bandeja. Yo también, querido Jesús, me he cuestionado nuestra participación, como publicitarios, en la construcción de estos monstruos, y el otro día lo comentábamos, con cierta pena, con cierta vergüenza, con un colega de aquí. Y llegamos a la conclusión, tal vez ingenua, de que el contexto en el que nosotros comenzamos a dar nuestros primeros pasos en la profesión, era totalmente diferente al de hoy. Que las empresas, grandes o pequeñas, nacionales o multinacionales, para las que trabajábamos, eran empresas que fabricaban productos o brindaban servicios que competían libremente en busca de una porción del mercado, en un mundo obviamente capitalista. Empresas que, por un lado, generaban fuentes de trabajo para miles de personas y, por el otro, a través de sus inversiones publicitarias, garantizaban la libertad e independencia de los medios de comunicación. De no haber creído honestamente en todo eso, de no haber podido aplicar en nuestro trabajo de cada día una ética que no es diferente a la que nos mueve hoy, probablemente muchos de nosotros no hubiéramos podido abrazar esa profesión. Lo que creo que no sospechábamos —y vuelvo a pensar en la palabra ingenuidad—, era que esas empresas dejarían de tener como objetivo la venta de productos y servicios para ganar dinero, y pasarían a descubrir un nuevo objetivo: dominar el mundo. Ya no son empresas, son corporaciones. Ya no fabrican productos, fabrican poder. Ya no ofrecen servicios, ponen al mundo a su servicio. Ya no buscan ganar dinero, buscan poner o quitar gobiernos. Ya no garantizan la independencia de los medios de comunicación, los compran y, desde ahí, consiguen con palabras e imágenes, lo que antes conseguían las fuerzas armadas con represión. Es más, hasta esa represión hoy les pertenece, porque sin balas y sin palos a su servicio, no hay pueblo que acepte semejante dictadura. Y nosotros, indudablemente, como generación y como profesionales, sabiéndolo o no, hemos alimentado a esos simpáticos pichones de monstruo. Podríamos ocultarnos o, incluso, suicidarnos. Pero tal vez podamos aprovechar esa pasión por la comunicación y algo de nuestra experiencia de vida, para crear espacios de reflexión como el tuyo que, modesta, pero eficazmente, actúen como antídoto. Un abrazo, querido amigo.



Shanghai, 22 de Enero de 2016.