“YA ME PARECÍA A MÍ QUE ERAS DEMASIADO HUMANA, PARA SER HUMANA”

La Teniente Ripley a Annalee Call cuando descubrió que era un robot (Alien Resurection)


domingo, 29 de noviembre de 2020

AMO LA VIDA…A PESAR DE TODO

 

¡¡¡Que difícil resulta esto de vivir!!!

 

Es un permanente ejercicio de superación de dificultades.

 

Desde nuestro alumbramiento luchando contra los problemas gástricos propios de los bebés que se han estado alimentando en el vientre materno sin ejercitar sus órganos, hasta el momento de la muerte en el que el control de las funciones básicas del cuerpo se convierte en un ejercicio de voluntad y acción física, emocional y mental contra las dificultades que el propio desgaste producido por la edad hace mella en nuestra entidad humana.

 

Ahora que he tomado conciencia recientemente de que ya llevo vividas 7 décadas y que no estoy seguro de que pueda vivir otras tantas, aunque pienso intentarlo con todas mis fuerzas, hago un repaso de mi vida y me doy cuenta de que cada conquista vital tanto en el terreno de las relaciones personales, como en las familiares, profesionales, casuales, emocionales, amorosas, me han supuesto esfuerzos ímprobos. Y también colijo que cuando sientes que has alcanzado algún propósito, siempre hay alguien o algo que viene a mostrarte tu insignificancia intentando destruir tu consecución. Y que, si echamos mano a la filosofía oriental, seguro que ese alguien o algo actúa sobre ti como una consecuencia de algo que tú has hecho o provocado. 

 

Quizás la madurez y el poder que te da el sentir que llevas 7 décadas peleándote con la vida, te da autoridad para poder enjuiciar el hecho de vivir como lo que es: un ejercicio permanente de lucha contra las dificultades en esa carrera desesperada que todos llevamos hacia la muerte. Porque nos guste o no, de esta vida no salimos vivos. Y no voy a entrar aquí en devociones y creencias sobre otras vidas, porque yo personalmente no estoy por esa labor. 

 

A propósito del tema, a menudo me preguntan por qué soy agnóstico en lugar de ser ateo. Mi respuesta siempre es la misma: Por si acaso. Porque sigo teniendo más dudas que certezas.

 

En estos momentos de reflexión “setentera” resuelves que tu vida ha estado plagada de miles de hechos, actos, emociones, alegrías, tristezas, amores y desamores; y desfilan ante ti tantas personas con las que has tenido relación en unos casos buenísima y en otros no tan buena, y sientes que tu vida es plena. Te rodea el amor, la amistad, la ternura (Has sido abuelo hace unos meses) y dices: Misión cumplida. 

 

Y en ese punto de autocomplacencia, de repente te sobreviene uno de esos trenes que al salir del túnel te pasan por encima, y te encuentras en pelotas en medio de la autopista de la vida. Y te preguntas a ti mismo: ¿Qué he hecho mal esta vez?

 

Vives durante un tiempo en una gran confusión. No terminas de comprender como te ha pasado otra vez que una vez subido otro 8 mil, alguien o algo te empuja y te das de bruces contra el asfalto.

E, inevitablemente, escrutas tu pasado a la búsqueda del error y encuentras cientos de explicaciones para lo que es algo irremediable: vivir es esto. 

 

Y cuando aceptas que estos sinsabores constituyen parte de la esencia de la vida, echas mano a tus capacidades sobre todo intelectivas y emocionales, porque lo que se dice las físicas no las tienes como para tirar cohetes.  

 

Y te das cuenta de que otras siete décadas por delante dan para mucha vida. Y sobre todo probablemente para otra vida con riquezas diferentes, sin entrar en si serán mayores o menores.

 

Porque este final de ciclo no te devuelve ni mucho menos a la casilla de salida, sino que te ha situado en un trampolín que se cimbrea para lanzarte a las estrellas.

 

Y cuentas con varias cosas que al principio no tenías: La experiencia (No es verdad aquello que me dijo un amigo argentino de que la experiencia es un peine que te regalan cuando te has quedado calvo). Un montón de conocimientos. Criterio. Voluntad. Capacidad de valoración. Y sobre todo tienes aún intacta tu curiosidad, que se antoja una propiedad infinita. ¡Ay de mí si no fuere así!

 

Y piensas que a lo mejor esta nueva vida tiene dificultades parecidas y que vas a tener que seguir peleando duro para poder seguir creciendo, y a lo mejor con más fuerza que en la que has dejado atrás. 

 

Pero tu ansia por vivir, tu amor a la vida, te lleva a perdonarle que sea tan ingrata. 

 

 

En algún lugar de Catalunya, 29 de noviembre de 2020