EL ARTISTA VINO A CASA A FOTOGRAFIARSE CON UNA DE SUS OBRAS
Conocí a Albert Cruells cuando éramos jóvenes. Él ya se
había cansado de ser eso que se llamaba copy haciendo de pareja creativa con
Jaime de la Peña en una agencia que era modelo de descaro e irreverencia en la
época. Tanto él como Jaime se largaron a hacer de realizadores publicitarios y
tuve la suerte de conocerlos a ambos al inicio de sus carreras.
En el caso de Albert tengo que decir que yo le llamaba
siempre que tenía que hacer un spot con presencia de humor tanto si este estaba
contenido en la imagen como en el texto, como en ambos.
Y de hecho rodamos el primer spot que hizo Emilio Aragón
cuando este empezaba con unos programas en los que iba siguiendo una raya
blanca pintada en el suelo. Por cierto yo tuve un cameo dentro del coche por
encima del cual pasaba Emilio.
Había un tipo por el rodaje al que Albert bautizó como “El Tartufo”
con/del que nos reímos a mandíbula batiente. No quiero escribir aquí como nos
lo pasábamos entonces porque era demasiado bueno pensando en que nos pagaban
por ese trabajo.
Y así pasamos unos cuantos años entre spot y spot,
disfrutando de nuestro trabajo como enanos saltarines.
Ya llevábamos hechos un montón de spots e idas y venidas a
Cannes, cuando conocí a su hermano Joan Cruells (a la derecha de la foto).
Joan hacía algo parecido a lo que hacía yo pero en otra
agencia competidora, y siempre hablábamos de trabajar juntos, porque pensábamos
que nos lo íbamos a pasar teta.
Y lo intentamos. Y lo teníamos todo alicatado hasta el
techo, cuando por razones que no vienen al caso, Joan decidió que quería seguir
la carrera de su hermano y pasar de la agencia a la productora
Y a partir de ahí, se convirtió en un realizador excelente,
muy celebrado por grandes fabricantes de
productos alimenticios y de limpieza. ¡Que bendita paciencia has tenido, Joan!
Lo que yo entonces no sabía, a pesar de que alguna vez me
regaló un cuadro firmado por él, es que Albert era pintor desde la infancia.
Cual no sería mi sorpresa, cuando en el cénit de su carrera,
nos envió a todos a la porra, dejó la publicidad, la arriflex, el tartufo y a
su propio hermano y se retiró a L’Empordá a pintar.
Y lo más sorprendente es que nunca tuvo la tentación de
comerciar con su arte y toda su obra yacía en los diversos sótanos de sus casas
en Aiguablava, Barcelona y las que no
confiese.
Hasta que un marchante “espabilao”, le montó un vernisage y
lo vendió todo.
A mí y sobre todo a Lola, nos produjo una fuerte impresión
el cuadro de la foto, que ahora ilumina una de las paredes de nuestro salón.
Y le pedí que viniese a hacerse una foto con él.
Otra cosa que pasó es que nos llevamos 6 de sus cuadros a
Shanghai a intentar vendérselos a los chinos, y entre otros, nos llevamos dos que no caben en ningún lado y que tuvimos que subirlos a casa como veis
en la foto.
Que hermosa profesión hemos disfrutado durante tantos años.
Y esto lo digo aquí, porque sé que hay muchos jóvenes estudiantes de Publicidad
a los que tengo como amigos en las redes sociales, que pueden leer esto, para
animarles a seguir, aunque nunca sea oro todo lo que reluce.
Pero ¿quién es ese jugador del Gimnastic de Sabadell que aparece en medio de los Cruells?
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