“YA ME PARECÍA A MÍ QUE ERAS DEMASIADO HUMANA, PARA SER HUMANA”

La Teniente Ripley a Annalee Call cuando descubrió que era un robot (Alien Resurection)


lunes, 28 de diciembre de 2015

STEVEN SPIELBERG vs. RIDLEY SCOTT

O, inteligencia cinematográfica vs. Efectismo cinematográfico

Me gusta mucho el cine. Aunque tenga una idea muy vaga de su historia, su técnica, sus mecanismos, su marketing….

He sido publicitario 45 años de los 50 que llevo trabajados. Y durante mucho tiempo he estado relacionado con la creatividad publicitaria y he sido productor de spots televisivos a contar por centenares. O sea nada muy distinto a lo que toda una legión de publicitarios de mi generación han vivido de modo parecido.



Todos nosotros por el hecho de que mirábamos por el visor de la cámara y hacíamos alguna sugerencia al realizador del spot, que alguna vez hasta era considerada en serio, nos creíamos que éramos como David Lean, por decir uno que se me viene a la cabeza así de repente, y no íbamos al cine a ver una película, no. Íbamos a ver mucho más allá de lo que se supone que ve la "gente normal": un enfoque, la luz, esa nueva forma de montar, ¿cómo demonios habrá rodado ese plano este tío? Incluso nos quedábamos a ver los títulos de crédito hasta el final, a ver si reconocíamos a alguien. La verdad es que en los 80s a veces sucedía, porque muchos de los operadores, realizadores, estilistas y demás gentes del cine, coincidían también con los de la publicidad. 


Y había veces que hasta éramos capaces de llamar a la productora de Adrian Lyne para preguntar si estaría dispuesto a rodar un Adidas. Incluso llegó a venir un día a la oficina a ponernos en los labios una miel imposible de tragar porque no andábamos de presupuesto como para esas delicias.

Incluso muchos de nosotros llegamos a dirigir algún spot que otro, y ahí sí que nos creímos que éramos estrellas del cine.

Hace unos cuantos meses estuve en el museo del cine de Shanghai que me transmitió la idea de que los chinos han sido capaces de hacer grande una historia cinematográfica pequeña y sobre todo corta, con un agujero de unos 50 años que es más o menos el tiempo que transcurrió desde la interrupción del inicio de su cine comercial, con motivo de la revolución, hasta su reanudación en los años 80s. En esos 50 años largos, en lugar de cine se hacía propaganda. Imaginaos un NoDo de 50 años de duración.

Pero todo lo demás lo han elevado a la categoría de historia del cine, y han montado un ejemplar museo con películas representativas de cada hito histórico y/o de cada año.

Pero la parte que me emocionó, fue la de los “cachivaches”. Las cámaras, las lentes, los aparatos de iluminación, los reveladores de películas y las moviolas. 

Hacerle una foto a Lutor al lado de una Arriflex con la que estuve familiarizado durante un buen número de años, o con la moviola, tanto la vertical de pedales como la de mesa, me hizo sentir muy mayor. Todo eso ya solo existe como testimonio de una época que fue pero que ya no es. No os voy a decir que una lágrima cayese en la arena (Grande Peret),  pero sí que sentí una bonita emoción de tono nostálgico.

Desde aquellos tiempos…no, no, desde mucho antes, he ido al cine con asiduidad y he disfrutado con este arte del tiempo de mi generación.


Y tengo que confesar que me gustan casi todos los géneros, aunque uno de ellos no lo soporto con facilidad que es el que se ha dado en llamar “comedia romántica”. Es que no lo puedo sufrir. Hugh Grant, Jennifer Anniston y toda esa caterva me ponen de los nervios. Esto, que los más conservadores se empeñan en definir como el género de “amor y lujo” me parece una bazofia. Aunque no hay regla sin excepción y en este género hay alguna notable.


Pues bien, a mí Ridley Scott siempre me gustó mucho, y discutiendo con amigos de la profesión solíamos decir: “Como se nota que el tipo viene del mundo de la Publicidad”. Esa forma de diseñar los planos, esa forma de montar, bla, bla, bla. Hablar por hablar. Sus grandes películas de ciencia ficción: Alien o Blade Runner han marcado hitos en la historia del cine. Incluso mi admiración llega hasta Telma & Louise. 


Pero el día que decidió que no importa tanto el contenido como el continente, y que decidió acunarse en los brazos del demoledor marketing de Hollywood, el mito se me fue dando de bruces contra el suelo. Con todos los respetos, por supuesto.

Sus dos últimas películas (Exodus y El Marciano) me parecen infumables desde el punto de vista del contenido. Zafias, propagandísticas, edulcoradas, previsibles, espantosas. Eso sí de un efectismo que te mueres y por supuesto bellísimas.

Recuerdo que la crítica de El Marciano decía que nunca se había fotografiado Marte con tanta belleza.

Nos ha jodido mayo con las flores. Disculpadme la ruda interjección. (Como no va a ser bello el Wadi Rum-Valle de la Luna, de Jordania) convenientemente retocado y virado una y cien veces. Si es uno de los lugares más hermosos del planeta. 

¿Quien de los que hemos tenido la suerte de ir allí alguna vez no hemos vuelto prendados de tanta hermosura?. Y, óiganme, es un desierto, de arena y rocas, pero es una hermosura de desierto. Y que ya había descubierto para el cine David Lean en su maravillosa Lawrence de Arabia.

Tengo que decir que tanta exhibición de recursos plásticos y técnicos me conmovió y me gustó mucho. Pero desafortunadamente, la historia es para vomitar.

Siempre he dicho que una buena película es una buena historia. Y eso es lo que puedo decir de Steven Spielberg. Siempre se ha preocupado de tener una buena historia que contar, aunque fuese una historia de aventuras.

Y luego hace falta saber contarla como magistralmente hace este hombre con cada una de sus películas.   

Es cierto que algunas de sus películas fueron fracasos de taquilla y crítica, pero le ha importado una higa. Este hombre está por encima del dedo indicador de los marketinianos de Hollywood.

Tengo que decir que soy de los que les ha gustado El Color Púrpura y Amistad, películas denostadas con saña.


Spielberg hace lo que considera que es bueno para contar su historia. Y si el montaje dura 2 horas y 21 minutos, a ver quien le va a decir que corte una secuencia, porque esa duración hará bajar la recaudación.

Ese hombre no es que tenga el cine en la cabeza, es que él es el cine.

¿Cuantas veces hemos visto películas de espías? Cientos
¿Cuántas veces después de 2h21’ sentado ante la pantalla hemos dicho: andá, ya está? Muy pocas.

Ese “Puente de espías” solo lo puede haber hecho alguien que exuda el cine por todos sus poros.
Cuando leí la crítica y la calificaba de “Obra maestra” me creó una sensación de “ya será menos”. Pero después de haberla visto, no sé si será una obra maestra o no, pero es la mejor película que he visto en muchos meses. Cine con MAYÚSCULAS.

Por cierto Tom Hanks es un monstruo de la interpretación. Dicen  que “está de Oscar”. Ni lo sé, ni me importa. Y me imagino que a él tampoco mucho. Que difícil es que un actor haga personajes tan distintos en su carrera y te los creas a todos.

Que Spielberg, Eastwood y unos poquitos más sigan haciendo cine en lugar de películas, que para peliculeros ya tenemos una buena cuadra.






Shanghai, 28 de Diciembre de 2015

miércoles, 16 de diciembre de 2015

EL TEMA DE AMOR DE ESPARTACO - STANDARD DE JAZZ

EL TEMA DE AMOR DE ESPARTACO 
STANDARD DE JAZZ


DE LA SERIE: DÉJAME QUE TE CUENTE.

Esta mañana me he ido a ver a la “Pinchauvas”, que es como cariñosamente llamo a la acupuntora.

Cada mañana que voy a verla, me clava 18 agujas en la barriga y otras 10 repartidas por las extremidades, y me deja allí conectado a un emisor de impulsos eléctricos que me penetran el alma a través de cuatro de las agujas durante los siguientes 50 minutos.

Me dijo que así se iba eliminando la grasa que del mismo modo que les pasa a los patos, te sirve para protegerte del frío. Pero en mi caso esa eliminación se produce leeeeeeentameeeeente. Que es lo mismo que dijo Santiago Carrillo cuando le preguntaron que si era consciente de que el tabaco mata. Mi amiga Elena Mullor seguro que recuerda esto perfectamente.

50 minutos ahí tirado mirando al techo dan para mucho. Por ejemplo puedes ir pensando en diversas cosas, o puedes leer una de las cuarenta y tantas novelas que leo cada año. Sí, sí, ya sé que son pocas y que Manuel Fraga se leía un libro cada día; pero yo soy un tipo lento y Lola me tiene muy ocupado atendiendo a sus clientes.

Cuando leo en el iPhone brazo en alto, tengo comprobado que solo aguanto unos 20 o 25 minutos, hasta que noto un frío que me recorre brazo y antebrazo y tengo que dejarlo para mejor momento. Esa lectura la complemento con música por los auriculares, para aislarme de los cotorreos que se producen en los boxes adyacentes, que como son en chino, ni siquiera puedo practicar esa costumbre tan española del cotilleo.

Una vez transcurrido ese tiempo, cierro los ojos y me concentro en la música. Y siempre recuerdo a mi hijo músico David “Gnaposs”, que lleva años diciéndome que no comprende por qué leo y escucho música al mismo tiempo. No creo que te enteres ni de lo que lees ni de lo que escuchas.

Hoy disfrutaba tanto de la música que pensé que a lo mejor tiene razón y llevo 50 años sin enterarme de nada.

Por cierto, tengo otro hijo que también es músico “Neiland” que se dedica a la música electrónica y que al contrario que Gnaposs es autodidacta. Por los ambientes DJs de Barcelona dicen que es un celebrity, yo lo compruebo al menos un par de veces al año; aunque me es difícil hacerlo más a menudo, no solo porque vivo a 10.000 kms, sino también porque sus horarios y los míos coinciden más bien poquito. Hoy me ha dicho que iba al otorrino porque de pinchar cada fin de semana estaba empezando a perder capacidad auditiva.

Pues como os iba diciendo, esta mañana estaba escuchando la versión que Bill Evans, el pianista (no confundir con el saxofonista del mismo nombre), grabó en Mayo del 63 del tema “Spartacus love theme”. No sé cuantas versiones de este standard habré escuchado en la vida; seguramente se cuenten por docenas. Pero lo verdaderamente notable es que esta versión concreta la he escuchado no sé cuantísimas veces, y hasta hoy no he caído en el hecho de que son tres, y no dos, los pianos que mantienen una magnífica conversación musical. No, si al final Gnaposs va a tener razón.

Entonces me he ido a buscar la historia de esa grabación en Internet (esto para un niño que creció sin TV como es mi caso, aún sigue siendo fascinante), y me he encontrado con una sorpresa y es que los tres pianistas se llamaban Bill Evans, porque cada piano lo grabó él mismo en una pista independiente en tres días distintos del mes de Mayo de aquel lejano 1963.

Leo que en aquel año, aquello supuso un escándalo, porque se interpretaba como una especie de fraude musical. Y yo sonreía para mis adentros recordando al maestro Joan Lluis Moraleda sentado al piano en la pecera del estudio y preguntándome: ¿Qué más quieres que te ponga ahora?¿Quieres que te lo adorne con unas notas por aquí y por allá para que te quede más “redondito”?
Que genial era Joan Lluis. Bueno espero que lo siga siendo porque aún sigue alternando el piano con el oboe, instrumento este del que era el titular de la orquesta Ciudad de Barcelona, y de la que ahora ya no forma parte, porque prefiere dedicarse a su hija que nació cuando él tenía 58. La está enseñando a cantar y espero que consiga hacer de ella una cantante lírica porque sé que le hace mucha ilusión. (Espero que a la hija también). Joan Lluis y yo cumplimos años el mismo día aunque no el mismo número, y eso hace que cada año hablemos y nos renovemos los saludos y los afectos para un año más.  

Os dejo aquí el tema en cuestión por si os he suscitado la curiosidad y queréis escucharlo. Gana mucho con auriculares.






Por cierto, la novela que empecé entre agujas se titula “La vida sexual de las gemelas siamesas” de Irwin Welsh, que a pesar del título es un libro muy interesante que contiene una feroz crítica de algunos de los valores que obsesionan a los americanos, tales como el culto al cuerpo, las dietas, la belleza, y ¿cómo no? El sexo.

Espero que os guste.

¡¡¡Que seáis muy felices todos!!!!


Shanghai, 17 de Diciembre de 2015.