DE BARCELONA A SHANGHAI.
EN EL TRÁNSITO DE DUBAI SE ME HA VENIDO A LA CABEZA.
¡Que buenas han sido las
vacaciones!
Los hijos, los amigos, las
comidas, nuestra casa de Bellaterra, nuestro piso de Madrid.
Y ¡que enorme decepción
sentir lo que pasa en España, en Catalunya... quizás sea mucho decir que también
en Europa!
Haber visto, sentido,
metabolizado, sufrido:
• La incultura, la mediocridad, la falta de un
objetivo común.
• El espanto de la TV. Desde los realities toscos
y burdos de tele cinco a los "pseudo intelectuales-políticos-basura de la
sexta"
• La impunidad del estamento dominante, que no
gobernante. Antes de salir de vuelta a Shanghái, han retirado a los jueces que
acosaban al PP, y estos con una indecencia que duele hasta físicamente se ríen
de todos nosotros e insultan a nuestra inteligencia intentando hacernos creer
que esto forma parte de la normalidad de la vida del país, así como
también que es un hecho “incuestionable” que la crisis es cosa del pasado y que
esto ya es el país de las maravillas. ¡Que poco importa que sigan 4,5 millones
de personas desesperadas sin trabajo y sin forma de ganar el pan de sus hijos!
• Y cómo siguen los diálogos de sordos entre
posiciones políticas encontradas.
• Y cómo, tanto el presidente del Gobierno de
España como el de Catalunya continúan su viaje desesperado a ninguna parte,
perdiendo cada día apoyo en la calle como demuestran todas las encuestas.
• Y cómo, la aparición de un discurso ético
(aparentemente), aunque teñido de ingenuidad, dispara las alarmas del
establishment y los componentes de este, encaminan todo su esfuerzo a decir que
al fin y al cabo son como ellos. Y se quedan tan anchos. Que tristeza de
argumento: "Sois tan sucios como nosotros. Solo que nosotros llevamos mas
tiempo y nos hemos forrado mas".
• Y el partido de la oposición incapaz de
enhebrar un discurso que pueda interesar a las personas.
• Y de que modo, cada día se “dictan" leyes
(pasadas por el rodillo) que recortan nuestras libertades.
• De que modo mienten, con que descaro, con que
desdoro, con que impunidad.
• Y vamos comprobando cada día como los medios de
información están más maniatados, más secuestrados, más adorando a los becerros
de oro inculcados desde los palacios de los Gobiernos, sea el de la Moncloa,
sea el de la Plaça Sant Jaume. Aunque tengamos la fortuna de que aún existan
algunas (las menos) excepciones.
Lo que el totalitarismo
consiguió a base de tortazos y mala leche, estos sinvergüenzas lo están
consiguiendo con la omnipresente propaganda. Pero se trata de conseguir lo
mismo. Esclavizar a una mayoría para enriquecer a los privilegiados. La casta
los llaman ahora. Los pata negra los llama un amigo mío que lleva ya mucha vida
vivida.
¡Que horror! ¡Que ganas de
huir de todo esto! ¡Que ganas de no volver!
Acabo echando de menos
este otro país en el que vivo ahora, con sus terribles defectos:
con su superpoblación, su
poco afecto por los derechos humanos, su falta de transparencia, su carencia de
libertad de expresión. Pero también, con su imparable marcha hacia el objetivo
de conseguir el bienestar de una población que se incorpora a la buena vida de
100 en 100 millones de personas. Pronto serán 800 millones los que compondrán
la clase media, esa que todos sabemos que es la que mueve la economía de mercado, y crea el estado del bienestar; y que en nuestro meridiano se encuentra en franco peligro, por la codicia de
unos pocos a los que les sobra de todo, excepto humanidad.
Aquí se enfrentan dos
sistemas, y ya no tengo duda de cual es el ganador.
Nuestro mundo de bienestar
se tambalea, agoniza, y no se molesta en buscar alternativas al desastre.
¿Qué importa que nuestros
hijos sean la primera generación que va a vivir peor que la de sus padres?
¿Qué importa que hayamos
desarrollado una sociedad de opulencia relativa insostenible?
¿Qué importa que estemos
haciendo agonizar los recursos del planeta?
Como decía un titulo de
vieja película: "Toma el dinero y corre". Ese es el único plan, esa
la única estrategia. Ese el único planteamiento táctico. Y el que llegue tarde,
peor para él. ¡Que se hubiese espabilado!
Mientras tanto seguimos
adorando a un montón de millonarios corriendo en calzoncillos por el césped
dando patadas a una pelota, y enfrentándonos entre nosotros dependiendo de su
habilidad para corretear y decir más estupideces, cuanto más se las ríen los
medios.
¡Que pena, penita, pena!
que decía la Lola de España.
No hay comentarios:
Publicar un comentario