CUENTOS CHINOS. DE VERDAD
BICIS, TRICICLOS Y MOTOS
En Diciembre de 1988, aterricé por
primera vez en China. Fue en el aeropuerto de Pekín, y mi primera impresión la
recibí en el trayecto hacia la ciudad por una carretera bastante maltrecha,
(todavía no había autopista). Me sorprendió mucho ver una mesa de billar en una
parada de autobús y cómo la gente esperaba “acuclillada” al citado medio de
transporte. –entonces yo todavía no sabía que los chinos pueden pasarse horas
en esa posición.
Ya en el avión de la línea aérea
CAAC, a la que llamábamos familiarmente la CACA, por razones que no parece
necesario describir aquí, me llamó la atención que las azafatas llevasen unos
delantalitos como de cocina tipo años 50, con bordados y bodoques. También, que
el ciudadano sentado a mi lado iba comiendo y escupiendo los huesos en el mismo
plato en el que comía. Tampoco conocía yo entonces la habilidad que tienen los
chinos para llevarse un trozo de pollo a la boca y dejar mondo el hueso que
luego depositan en un platito situado a tal efecto al lado del bol de comer lo
que sea, mezclado con el arroz.
Sorprendía entonces la ausencia de
vehículos de motor tanto por carreteras como por la propia ciudad. No quiero
decir que no hubiesen, pero el número de vehículos respecto al ancho de calles
y avenidas hacían que la ciudad presentase un aspecto que no me atrevo a calificar de
desolador, porque ya me gustaría a mí que ahora Pekín o Shanghái estuviesen así
de vacías de vehículos motorizados, pero sí bastante distinta de lo que uno
estaba acostumbrado por tanto viaje arriba y abajo por el mundo occidental.
El clima era gélido y cuando me
levanté a eso de las cinco de la madrugada gracias al siempre mal llevado jet
lag al que no consigo acostumbrarme así pasen décadas, miré por la ventana y os
describiré mi visión.
Una pátina gris a modo de neblina
cubría todo el paisaje urbano; luego supe que la temperatura estaba alrededor
de -20º.
Y ahí estaba el único ser humano
que transitaba la calle a bordo de una bicicleta, y que se trataba de una mujer
con un niño sentado en el sillín trasero. “Lo que hace la necesidad con las
personas”, me dije.
Aunque Nixon ya hacía 16 años que
había abierto China a los US, el país estaba bastante cerrado al turismo y a
las oleadas de guiris en camiseta y pantalón corto, por lo que los habitantes
del lugar aún no tenían mucha costumbre de ver “narigudos” (como nos llaman)
por la calle, y mucho menos de entender nuestras, a su parecer, bárbaras
costumbres. El café era una extravagancia difícilmente accesible, y por ese
motivo después de comer pedí un té. Cuando les pedí azúcar para el té me
miraron como si yo fuese un extraterrestre, se murieron de risa (entonces, no
les importaba reírse de ti en tus narices) y me dijeron que no tenían y que
tendría que esperar a que fuesen a buscarlo a la cocina del hotel.
Ahora disfruto mucho más del sabor
del té sin aditivos edulcorantes.
Recuerdo que cuando volví a casa
la dije a Lola que los hoteles eran como islas occidentales en medio de China.
Yo estaba en el lujoso Sheraton Great Wall, que aún existe, y entrar y salir
del hotel era como transitar entre dos mundos muy diferentes. Algo parecido a
lo que se ve en la última película de Thor.
En la tele se empezaba a ver
publicidad, tremendamente naïf, y de productos que suscitaban la sonrisa.
Recuerdo un spot que anunciaba una bicicleta, y era impresionante como describía
el locutor las bondades del medio de transporte nacional.
Ya habíamos visto en occidente
alguna imagen de las bicis circulando masivamente por las calles de las
ciudades chinas, pero eso no evitó el shock que tuve al salir un día a la calle
coincidiendo con las 5 de la tarde, que en España era la hora lorquiana de los
toros, pero aquí era la hora de salir de trabajar.
Un océano de bicicletas cubrió la
calle; no os voy a contar el antiguo chiste ya que resulta algo ordinario, porque
entre bici y bici se veía algo de asfalto.
El carril bici en Pekín era algo
así como el triple de ancho de los occidentales dado, obviamente, que el número
de bicicletas que circulaban era enorme. Pero a pesar de eso y de que el número
de automóviles era mucho menor, los carriles para coches eran más y muchísimo
mayores que los de las bicis.
Ahora parece imposible, pero
entonces, la luz era incandescente, no existían los neones, apenas había
edificios de altura significativa, y eran mayoría los hombres vestidos con el
traje azul con gorra que los “de paisano”.
Siempre he asociado la bicicleta
en este país al socialismo maoísta, que como todo el mundo sabe, resultó ser
más integrista en los planteamientos comunistas que el de Marx y Lenin.
Hoy día, a pesar del desarrollismo
automotriz, la bicicleta sigue siendo un medio de transporte mayoritario en las
ciudades, aunque ha evolucionado mucho.
Las cuatro fases evolutivas son:
-
bicicleta y triciclo a
pedales
-
bicicleta y triciclo a
pedales y motor
-
motocicleta de
combustión
-
motocicleta eléctrica
Me sorprende sobremanera lo que
son capaces de transportar en los triciclos.
Esta es una imagen que me recuerda
el Madrid que yo viví en los años 60s. En Madrid el hielo se transportaba en
una “Isocarro”
Aunque, ya puestos a hacer
equilibrios, ¿por qué no una mudanza?
Cargamos unas cajitas más y nos
vamos
Esta señora va con su tienda a
rastras por el barrio de Hongkou
Aunque, hay veces que hace falta
ayuda
Y si no tiene pedales, no importa,
se empuja. Total, el poste de la luz solo mide 10 o 12 mts.
Y en cuanto a las motocicletas,
pues lo mismo pero en moderno.
Sobre todo las eléctricas. ¿Por qué
no poner el cable y los enchufes colgando de la rama del árbol? Mejor que
atravesando la calle, para que la gente no los pise.
Cuando vivíamos en Hong Mei Lu,
había un vecino en el séptimo piso que tiraba 25 mts. de cable con el enchufe
por la ventana, y así cargaba la moto.
También sucede, como en el caso de
mi casa actual en Changning, que si el ascensor es suficientemente grande, la moto se sube al
descansillo. Resulta sorprendente cuando llegas a casa, ver la moto del vecino
en plena carga de batería.
Ahora bien, lo fantástico es
cuando llueve.
Cuando vengáis por China, tened
mucho cuidado no solo al cruzar las calles, sino también cuando vayáis por la
acera, porque bicis y motos circulan por ellas en cualquier sentido o dirección,
ahora bien, tienen el detalle de tocar desesperadamente el pito para que te
apartes si no quieres ser atropellado ya que los motores eléctricos no se oyen. Y si pensáis que circulan por el carril
correspondiente, también acertáis, pero suelen utilizar tanto el lado derecho
como el izquierdo para ir en los dos sentidos, saltándose cualquier norma de
circulación, semáforo, paso de peatones, etc.
He llegado a la conclusión de que
lo hacen así porque estos vehículos de dos ruedas en los que se ha de mantener
el equilibrio, están considerados como una extensión del propio cuerpo serrano,
y por eso van por ahí en sus biciclos…
HACIENDO EL PEATÓN