30 EMPRENDEDORES ESPAÑOLES TOMARON
SHANGHAI A INICIOS DEL SIGLO XX
Era la época en la
que se estaba yendo a la porra aquello de que “En el imperio nunca se pone el
sol”.
Ya estaba
prácticamente desmoronado cuando algunos de los empresarios españoles que
vivían en Filipinas, decidieron pasarse a Shanghai que a principios de siglo
era una tierra de promisión y donde Franceses, Ingleses y Norteamericanos se
repartían la naciente ciudad. Los japoneses llegaron más tarde a terminar de
fastidiar la fiesta.
He tenido ocasión de
ver alguna foto de la primera década del siglo en la que posaban orgullosos los
30 empresarios españoles.
De estos, me
interesa destacar la labor de dos de ellos, que quedó aquí ligada a la historia
de esta ciudad, y de hecho aún quedan testimonios de su vida aquí.
Uno de ellos fue un
arquitecto que hizo una sustantiva contribución a la modernización de la
arquitectura de la ciudad. Estoy hablando de Abelardo Lafuente.
El Sr. Lafuente fue
uno de los empresarios que se trasladó aquí después de haber invertido parte de
su vida en Filipinas y en una de las reuniones del grupo de emprendedores españoles,
conoció a un personaje singular originario de Granada que tuvo una gran
influencia en su vida y en su obra.
Este hombre era Antonio
Ramos y ha inscrito su nombre en la historia de la ciudad de Shanghai, por
haberse atrevido a algo que nadie fue capaz de hacer. Traer el cine a China.
Este hombre hizo una
apuesta por esa nueva industria que emergía a principios de siglo, y para ello
creó el primer local de exhibición cinematográfica de China.
Naturalmente, como
ocurrió en otros tantos países, el cinematógrafo -con pianista en el escenario
incluido- fascinó a la sociedad shanghainesa, y ante el éxito de su primera
sala, el Sr. Ramos llegó a construir hasta siete salas de exhibición, que le
hicieron millonario, lo cual a principios de siglo no era algo baladí y por
supuesto, nada fácil de conseguir.
Su amistad con
Abelardo Lafuente le llevó a encargarle algunos de sus locales, y esa pareja
llegaron a conmocionar a los vecinos de Shanghai, con su atrevimiento, tanto en
lo que se refería al continente como al contenido de los locales que iban
construyendo.
Hace unos días
hablando con mi amigo chino Alberto Yu Yu, me decía que en Shanghai debemos el
haber descubierto el cinematógrafo a un español. Y yo le dije que sí, que
conocía la historia de A. Ramos y la de su relación con el arquitecto A.
Lafuente.
En una conferencia
que dio aquí un arquitecto estudioso de la obra de Abelardo Lafuente, aprendí
que este hombre había trabajado para hoteles, clubs, centros de ocio,
viviendas, y demás edificios, de los cuales todavía queda una bonita muestra
por las calles de Shanghai.
Y según voy
conociendo la obra de este hombre, crece mi admiración por él, porque resultó
ser algo que a mí me gusta mucho ser y a Lola en su trabajo también: UN ALMA
INQUIETA E IRREVERENTE.
Se ponía las
convenciones por montera y diseñaba edificios que nadie antes se había atrevido
a diseñar.
La que yo creo que
es su gran obra en esta ciudad (aunque pequeña en dimensiones físicas), le fue encargada por su amigo Antonio Ramos,
para que fuese su residencia de verano en el barrio de Hongkou, al noreste de
la ciudad.
Claro que estos dos
juntos eran eso que en el lenguaje coloquial decimos “muy peligrosos”, porque
hacían cosas que ponían nerviosos a sus coetáneos.
Y el amigo Antonio
Ramos le pidió que le reprodujese algo de su querida Alhambra para sentirse más
cerca de casa aquí en Shanghai. Abelardo ni corto ni perezoso le diseñó un edificio
con su patio y todo, al que dotó de columnas y ventanas mozárabes, así como de
cerámicas azules con dibujos absolutamente andalusíes.
Ayer, Lola y yo nos
fuimos a buscar el edificio en cuestión y cuando lo encontramos, quedamos
maravillados ante semejante testimonio de irreverencia de dos españoles en
China.
No nos permitieron
entrar al patio, pero hicimos un par de fotos del edificio, de las ventanas y
de la cerámica.
Había una placa
conmemorativa, y me fui a verla con mucha ilusión, pero no era lo que yo
esperaba. Los chinos se han apropiado de esta historia que os estoy contando y
en la placa decía “Former residence of H.H.Kong”. La de la foto loa al tal H.H.Kong.
He querido, desde mi
modestia, reivindicar a estos dos personajes a los que los chinos han
ninguneado de mala manera.
Por cierto, cuando
Antonio Ramos decidió jubilarse, vendió sus cines, y se volvió, a no poder
terminar de gastar todo su dinero, a su querida Granada, donde pasó los últimos
años de su vida.
Y Abelardo Lafuente,
quizás influido por su cinematográfico amigo, se fue a California, donde hizo
un edificio para un estudio de cine, y como le estalló el crack de Wall Street
en la cara, decidió volverse a Shanghai. Como todos sabéis en esa década no
había aviación comercial y en el largo viaje en barco
atravesando el pacífico pilló unas fiebres de las que no pudo recuperarse,
llegando a su queridísima Shanghai, donde murió al poco de ingresar en el
hospital.
Jesús, tu "capacidad y sagacidad" para averiguar nuestra historia en los lugares más remotos y su consecuente diáspora, me maravillan y te animo a que persistas en ello ya que me encanta. ¡Felicidades!!
ResponderEliminarCreí que te había contestado Jaime, pero no veo mi comentario publicado. Te agradezco mucho que vayas siguiendo mis peripecias mentales por mi blog. Espero no perder nunca esa curiosidad que me hace andar por ahí interesado por todo lo que se me cruza. Un abrazo. J.
Eliminar¡Qué interesante y qué envidia de personajes! ¡Gracias Jesús!
ResponderEliminarGracias a tí, por leerme, Maca. Como voy con las antenas abiertas todo el día, no es raro encontrarse por ahí fuera con gentes y cosas interesantes. Un beso para tí y otro para tu hija. Jesús.
EliminarBonita historia Jesús, los de eldiario.es te deberían de fichar como cronista desde Shanghai.
ResponderEliminarAbrazo.
Gracias Antonio. No siempre te cae cerca una historia tan interesante como la de estos dos sujetos.
EliminarNos vemos muy pronto.
Un abrazo. J.
Jesús tu lo que quieres es estar más cerca de nosotros y nos cuentas cuentos chinos...no te preocupes que os queremos y esperamos de vuelta. Lo cierto es que , a lo mejor no, nos venis muy bien ahí, descubriendo raices tortuosas como las del ying sen . Un fuerte abrazo y gracias amigo, me ha hecho soñar. JR
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