UN DATO BRUTAL SOBRE LA DESIGUALDAD EN EL MUNDO
El 1% de la población
planetaria acumula tanta riqueza como el 99% restante Y la cosa va a
peor.
Veo claro que el sistema
está quebrado en el sentido social, y humanístico de la expresión.
De hecho la perversión del
sistema económico, según la cual la economía solo prospera si existe
crecimiento, es el primer mandamiento de una doctrina que ya no vale si
pensamos en el desarrollo futuro del mundo y en la gestión de sus recursos
naturales.
Y ya no quiero ni pensar,
si hablamos en términos de equidad, justicia social y compasión humana.
Siempre he dicho que el ser
humano es un fracaso de la naturaleza y cada día que pasa recibimos
confirmaciones de este hecho. No puede ser que el propio ser humano acepte que
su propia naturaleza acumule tanta dosis de maldad como para no hacer nada por
remediarlo.
Sí, sí, ya sé. Es cierto
que ese 1% además controla los mecanismos del poder, las armas
los ejércitos, y la información.
Pero cuando vives en un
sitio con tantísimos millones de personas en la calle, piensas que una rebelión
de ese género tendría que poder vencer a los "otros pocos".
A veces me pregunto como he
podido simultanear mi oficio publicitario, con el que he contribuido
decisivamente a la construcción del sistema, con mi pensamiento humanista. y
sí, tendríais razón si me lo criticaseis, aunque en mi fuero interno me
acoja a la satisfacción de haber ayudado a muchos de los débiles a mejorar
sustantivamente sus vidas en un entorno económico capitalista.
Dentro de unos días se
celebra ese "acto litúrgico del poder" que anualmente tiene lugar en
Suiza (Davos) donde los representantes de ese 1% se reúnen para decidir
como seguir aumentando esa desigualdad. Aunque se disfracen de humanistas y
digan que ese es su trabajo y que se crean y creen la coartada de que
es el hecho de hacerse tan ricos el que posibilita que exista eso que se llama
clase media y que cada día se encoge más en el mundo occidental y vive la
ilusión de crecimiento en el oriental y particularmente en China.
Sé que a mí esto
debería incumbirme poco dada la expectativa de vida que me queda por
delante. Pero es doloroso pensar en la contribución que ha hecho mi
generación al deterioro del mundo y lo difícil que os lo estamos dejando a los
que venís detrás. Que no sé yo si podréis arreglarlo o seguiréis dejando un
legado aún peor a los que vengan detrás de vosotros.
Porque destruir el
equilibrio social requiere no demasiado tiempo. Pero
reconstruirlo....reconstruirlo es harina de otro costal.
Y nosotros mientras tanto
discutiendo sobre el flequillo de Puigdemont o si Rajoy pacta con Pedro Sánchez
en una "conjura de los necios" (parafraseando a John K. Toole) que no
va a ningún término decente.
Hoy una lágrima recorre la
pantalla de mi portátil.
Jorge Gómez
Monroy Ahí va, nuestro flamante presidente, a "volver
a poner a la Argentina en el mundo" (Sic) a través del foro de Davos. Ahí
va el mejor discípulo de Aznar y Rajoy, a abrirles las puertas a ese 1% de
poderosos que, durante estos últimos 12 años de ausencia, no han hecho más que
afilar los cuchillos y servir la mesa para disfrutar de este manjar que Macri
les dará en bandeja. Yo también, querido Jesús, me he cuestionado nuestra
participación, como publicitarios, en la construcción de estos monstruos, y el
otro día lo comentábamos, con cierta pena, con cierta vergüenza, con un colega
de aquí. Y llegamos a la conclusión, tal vez ingenua, de que el contexto en el
que nosotros comenzamos a dar nuestros primeros pasos en la profesión, era
totalmente diferente al de hoy. Que las empresas, grandes o pequeñas,
nacionales o multinacionales, para las que trabajábamos, eran empresas que
fabricaban productos o brindaban servicios que competían libremente en busca de
una porción del mercado, en un mundo obviamente capitalista. Empresas que, por
un lado, generaban fuentes de trabajo para miles de personas y, por el otro, a
través de sus inversiones publicitarias, garantizaban la libertad e
independencia de los medios de comunicación. De no haber creído honestamente en
todo eso, de no haber podido aplicar en nuestro trabajo de cada día una ética
que no es diferente a la que nos mueve hoy, probablemente muchos de nosotros no
hubiéramos podido abrazar esa profesión. Lo que creo que no sospechábamos —y
vuelvo a pensar en la palabra ingenuidad—, era que esas empresas dejarían de
tener como objetivo la venta de productos y servicios para ganar dinero, y
pasarían a descubrir un nuevo objetivo: dominar el mundo. Ya no son empresas,
son corporaciones. Ya no fabrican productos, fabrican poder. Ya no ofrecen
servicios, ponen al mundo a su servicio. Ya no buscan ganar dinero, buscan
poner o quitar gobiernos. Ya no garantizan la independencia de los medios de
comunicación, los compran y, desde ahí, consiguen con palabras e imágenes, lo
que antes conseguían las fuerzas armadas con represión. Es más, hasta esa
represión hoy les pertenece, porque sin balas y sin palos a su servicio, no hay
pueblo que acepte semejante dictadura. Y nosotros, indudablemente, como
generación y como profesionales, sabiéndolo o no, hemos alimentado a esos
simpáticos pichones de monstruo. Podríamos ocultarnos o, incluso, suicidarnos.
Pero tal vez podamos aprovechar esa pasión por la comunicación y algo de
nuestra experiencia de vida, para crear espacios de reflexión como el tuyo que,
modesta, pero eficazmente, actúen como antídoto. Un abrazo, querido amigo.
Shanghai, 22 de Enero de 2016.