HOY ME HE ACORDADO DE SANTIAGO BORRÁS
Estaba leyendo el último libro de mi amigo Luis Bassat (La
Creatividad), que me estaba produciendo una sensación de dejà vu, porque a Luis
le pasa como a muchos escritores, que siempre escriben el mismo libro aunque
desde distintas perspectivas que hacen que su mensaje te vaya calando como gota
malaya. En mi caso me ha ido calando a lo largo de más de 30 años de disfrutar
juntos de nuestra profesión y amistad.
Pues, como decía, leyendo su libro me encontré con que
hablaba de una campaña que hicimos para un banco y que protagonizaron los Harlem
Globetrotters.
No os cuento aquí los pormenores de cómo la creó, para no
reventarle lo que él explica en su libro. Pero diré que a mi me tocó producir
esa campaña como tantas otras, y eso me ha hecho recordar a Santiago Borrás que
fue el director del spot y de quien hace mucho tiempo que perdí la pista.
He buscado a Santiago por redes sociales y buscadores y no
lo he encontrado. Mi amigo Sergio Rodríguez (la memoria documental de la
Publicidad) me ha ayudado a saber que Santiago falleció hace unos años. Y hoy
he querido recordarle y homenajearle.
Santiago era un tipo grande, gordo, y como corresponde al
estereotipo, bonachón, simpático y sobre todo muy cariñoso. Era muy fácil
trabajar con él porque no solía exhibir los tics del genio que otros
realizadores gustan de sacar a pasear de vez en cuando.
A veces hacía cosas graciosas. Por ejemplo, un día llegó al
estudio en un deportivo rojo bajito. No era un Ferrari, pero…de ese tipo. Yo
estaba fuera fumándome un pitillo (en esa época yo fumaba con auténtica
desesperación), y al verme, abrió la puerta del coche y me llamó.
-
Jesús, ayúdame a salir del coche que yo solo no
puedo. El volumen de su cuerpo, el exiguo tamaño del coche y la altura del
suelo a la que se encontraba el asiento, le hacían muy difícil salir.
-
Pero Santiago, ¿como se te ha ocurrido meterte
ahí dentro?.
-
Le dije a mi mujer que quería ser su hombre
objeto y me ha regalado esta maravilla.
Otro día me explicaba que si ibas andando por Los Angeles te
convertías automáticamente en sospechoso y te podían detener, porque la poli se
acercó a él a preguntarle por que iba andando en lugar de ir en coche. Y cosas
así.
La anécdota con los Globetrotters era que no resultaba fácil
controlar a aquella pandilla durante el rodaje. Se pasaban las horas haciendo
el ganso y diciendo tonterías. Y uno de ellos cada vez que se dirigía a
Santiago le decía:
- - Hey Fat
Santiago se ponía de los nervios, y me decía: Yo ya sé que
soy gordo, pero no soporto que este tipo sea tan maleducado. La próxima vez que
me lo diga le voy a llamar “Nigger”.
Yo me temía que se iba a liar una buena si seguíamos por ese
camino, y le pedí paciencia de lo cual Santiago andaba sobrado y finalmente me
dijo que se iba a contener por mí, pero que si el sujeto en cuestión seguía
llamándole gordo a lo mejor enviaba el rodaje a la porra.
No resultó fácil explicarle al jugador que eso ofendía a
Santiago, cuando él entendía que llamarle gordo a un gordo no es ningún insulto
y que en NY es la cosa más normal del mundo. Yo le expliqué lo fácil que
resultaba pronunciar Santiago en inglés a lo que el hombre accedió, quizá por
ver mi cara de desesperación.
Y la segunda anécdota la titularía “El día que fuimos al
rodaje sin película”.
Rodábamos con Santiago un spot para un producto de Netol que
se aplicaba sobre la mancha antes de meter la prenda a la lavadora y salía como
el jaspe.
Nosotros sabíamos que lo que mejor funcionaba en esa época era
la comparación entre una prenda (una camisa en este caso) con el producto y
otra sin él. Pero Luis quería hacer algo creativo y que fuese no solo insólito
sino también un gran espectáculo. Y la idea consistió en reproducir esa escena
tantas veces vista en publicidad pero haciendo que la lavadora fuese una
piscina cubierta de espuma de jabón y las camisas estuviesen en el cuerpo de
dos saltadores de trampolín que se tiraban desde 6 metros de altura.
La primera vez que se tiraron para probar el salto, uno de
ellos me dijo:
- - Vaya leche que me he dado. Como la piscina está
llena de espuma, no veo el agua y no calculo bien el momento del impacto del
cuerpo.
Aquellos dos saltadores se dieron unos cuantos porrazos
hasta que consiguieron saltar sin “efectos secundarios”.
Al salir del agua una señora miraba las dos camisas y decía:
-
Esta (la que usó el producto) está perfecta,
pero esta otra tiene que seguir lavándose; y empujaba al saltador a la piscina.
Por cierto, la modelo era una amiga de Santiago que pintaba
cuadros y bastante bien.
Al día siguiente íbamos a rodar unas tomas subacuáticas en
las que los dos tipos daban vueltas en el agua imitando el movimiento del
tambor de la lavadora, y para ello venía de Alicante un equipo de filmación
submarina.
Y aquí ocurrió lo inesperado. Teníamos todo preparado. La
piscina cubierta de espuma, los dos nadadores con sus camisas, hacía sol como
el día anterior. Todo perfecto.
Y Santiago dijo: “Vamos a rodar”. El de la cámara submarina
pidió “El chasis”, que para los no habituados a los rodajes en 35 mm, es como
se llamaba la caja que contenía el negativo de la película para filmar. Y yo me
horroricé al escuchar:
- - Pero, ¿no lo traías tú?
- - No, habíamos quedado en que lo traías tú
- - Y ¿dónde está?
- - En Alicante
Cosas que pasan hasta en las mejores familias.
Vaya desde aquí mi recuerdo emocionado con gran cariño al
amigo Santiago Borrás.